Mi prima Camila trabajaba en una florería a media cuadra del cementerio. No le encantaban las plantas pero cuando necesitás laburo para mantener a tu hijo cualquier cosa viene bien.
Me pasaba a veces por ahí a tomar unos mates, sobre todo cuando salía a hacer mi ronda. Estacionábamos el patrullero en la esquina, yo me metía a la florería y mi compañero se iba al taller que está al lado para ponerse al día, porque para los hombres los talleres mecánicos son el centro de intercambio de chusmeríos —como la peluquería para las mujeres, o la puerta de la escuela mientras una espera a los chicos—. Cada cual a lo suyo, pero si alguien preguntaba ¡estábamos trabajando!
En la florería ya teníamos una rutina. Yo llenaba de agua el termo y le ponía el calorito, mientras Camila preparaba unos amargos con mucho burrito. Una tarde, mientras le sacábamos el cuero a la vecina de nuestra abuela, nos interrumpió una clienta que venía a buscar flores y se veía molesta. Si bien saludó con educación y trató bien a mi prima, espiaba su teléfono cada cinco segundos, parecía preocupada y miraba las flores con asco.
—¿Ustedes hacen envíos? —le preguntó a mi prima.
—Sí, sí —le contestó Camila que ya estaba agarrando un papelito y birome para tomar nota.
—Pasillo seis, al sur, panteón cincuenta y nueve, familia Bernardini.
Las dos nos quedamos mirándola sin saber si era joda, pero no parecía que estuviera con ganas de hacer chistes. Camila reaccionó y tomó nota.
Le eché el ojo a la mujer y me di cuenta que la mina tenía guita. No ostentaba nada, pero le vi ese "no sé qué" que tiene la gente de plata. La piel más cuidada, bien peinada, la pilcha se notaba de buena calidad y sobre todo: la forma de hablar. Suelo ser muy observadora para esas cosas, no porque sea policía, sino porque me gusta mirar esas series yanquis de detectives. Dos por tres me hago la película con algún caso así solo para matar el aburrimiento de este pueblo de mierda donde nunca pasa nada interesante, puras boludeces. Las pocas cosas grosas que me ha tocado ver son de esas que es mejor olvidar lo antes posible.
Volviendo a lo que pasó esa tarde con mi prima, quedaría por decir que nos tuvimos que ir. Ella salió para el cementerio, porque es personal único de la florería así que atiende al público, prepara los pedidos, cobra, hace las entregas y todo lo demás; yo me fui para el lado donde estaba estacionado el patrullero. Como para confirmar mis sospechas, vi a la tipa irse en una camioneta de la puta madre, de esas que son más caras que mi casa. La mina estaba forrada.
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Llevale flores
Short StoryEsta es una historia rara de algo que pasó en mi pueblo. A un poco me lo contó mi prima Camila, a la otra parte la vi yo, o al menos eso creo. No sé si una cosa tendrá algo que ver con la otra, porque si se pone todo junto suena a bolazo. Perdón que...