Un tiempo después, cuando paramos por ahí con mi compañero para chusmear un rato, me encontré que la florería estaba cerrada. No alcancé a mandarle un WathsApp a la Camila que cayó despacito y fumando en su bici playera toda despintada; venía de hacer cobranzas.
Resulta que la mina de la camioneta le había dejado la llave del panteón de los Bernardini para que vaya dos veces por semana y les cambie las flores. Después, como al diez de cada mes, Camila le llevaba la boleta a la casa y ella pagaba todas las flores al tiki-taka
Ahí, entre mate y mate, me contó que le había pasado algo raro mientras estaba en el panteón cambiando las flores. Que se le había acercado un flaco medio prepotente y le había preguntado si era pariente de los Bernardini.
—Yo lo miré así como de costado —me dijo Camila—, como diciendo "y a vos qué te importa", pero el vago no acusó recibo porque se quedó ahí parado, manos en los bolsillos, esperando que le conteste.
—¿Un empleado del cementerio? —le pregunté.
—¡No, ni ahí! —Se rio y casi se ahoga con un mate—. No sabés la facha que tenía: camisita, pantalón de vestir, zapatos lustraditos, pinta de gringo y peinado para atrás al estilo de antes.
—Y sí, ya con que esté bañado es suficiente como para diferenciarlo de los empleados del cementerio —le dije con un poco de maldad—. ¿Y qué quería?
—Uf... me hizo como veinte mil preguntas. Que quién mandaba las flores, que por qué no iba ella misma...
—¿Y vos qué le dijiste?
—¡Nada! —se atajó—. Yo qué sé por qué no va ella misma. Además, ya sé que no hay que andar dando datos de la gente a los desconocidos. —Se veía ofendida—. No voy a ir a contarle a un "quién te conoce" sobre una clienta que tiene tanta plata como para pagar por mes para que siempre haya flores frescas en el panteón. No soy tan boluda.
Se tomó el mate de una chupada hasta hacer sonar la bombilla y me lo devolvió con un gesto brusco.
—Mientras que no te siga jodiendo... —le dije a mi prima mientras me cebaba un mate para mí.
Ella no me contestó, se quedó callada un rato. Cuando le pasé otro mate me miró seria.
—Lo que pasa es que, últimamente, cada vez que voy me lo encuentro —dijo como completando algún pensamiento.
—¿Querés que te acompañe? —le ofrecí.
—¡No necesito custodia policial para ir a entregar unas flores! Además, te podés llegar a meter en líos y no quiero problemas.
—Vamos después, cuando tenga franco.
Ella levantó los hombros en un gesto que quería hacer pasar por desinteresado; yo lo tomé como una afirmación.
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Llevale flores
Short StoryEsta es una historia rara de algo que pasó en mi pueblo. A un poco me lo contó mi prima Camila, a la otra parte la vi yo, o al menos eso creo. No sé si una cosa tendrá algo que ver con la otra, porque si se pone todo junto suena a bolazo. Perdón que...