Miranda despertó con los rayos de sol en la cara, un dolor horrible de cabeza y abrazada fuertemente a un bulto calentito que se movía compensadamente.
Su reacción fue tan abrupta que casi terminó por caerse de la cama.
Desde el borde del colchón miró con asombro a Joan tendido boca arriba, con los brazos abiertos y las facciones relajadas; durmiendo profundamente con la camisa mal abrochada y sin zapatos.
Las manos de Miranda empezaron a temblar y ella sintió que el aire le faltaba. Con las mejillas enrojecidas y el corazón latiendo a mil por hora, se puso de pie y huyó al baño, incapaz de soportar aquella visión durante más tiempo. Cerró la puerta y puso la espalda sobre ella, deslizándose hasta el piso cuando sus piernas no pudieron soportar más su peso entre tanto tambaleo.
El día anterior había sido horrible. Desde la historia contada por Lucía y Joaquín hasta la llegada de todos esos hombres y mujeres, su cuerpo terminó almacenando tanto estrés y colapsó de una forma humillante. Sin embargo, en medio de todo el drama, justo cuando pensó que volvería al horrible agujero de la desesperanza, Joan la abrazó y la consoló. Se quedó a su lado toda la noche y le prometió hacer lo posible para que Arman se fuera...
Tomó aire y despacito abrió un poco la puerta para ver hacia la habitación.
Joan seguía tendido todavía durmiendo. Se le veía hermoso aunque tenía los labios ligeramente separados y el cabello desarreglado.
Miranda era demasiado cobarde como para abrir la puerta e ir hacia él para contemplarlo de cerca, pero se conformaba con eso.
Esperaba que el tiempo se estirara lo suficiente como para que pudiera memorizar por completo esa mañana. No sabía exactamente qué significaba pero sentía nauseas que no le causaban malestar. No iba a cuestionarlo, ni eso ni nada. No ahora que se sentía como si sus pulmones pudieran llenarse de nuevo por completo de aire.
Se recargó en la pared y suspiró, relajándose.
Estuvo así el tiempo que le llevó a Joan empezar a moverse, estirándose sobre la cama. Cerró la puerta y aguardó, ansiosa, escuchando cómo él se levantaba de la cama, se arreglaba la ropa, y se ponía de pie.
Al fin cuando los pasos se digirieron hasta la salida y escuchó que la puerta se abría y se cerraba, Miranda se dispuso a volver al cuarto, con una estúpida sonrisa grabada en el rostro. Aunque apenas dio un paso fuera del umbral del baño se le cayó el alma a los pies.
-Pensé que nunca ibas a salir de allí-dijo Joan rascándose la nuca, desinteresado, mirándola desde la entrada de la habitación.
Miranda dio un paso hacia atrás y lo miró, sorprendida, sin encontrar alguna excusa creíble ante su extraña y reciente aparición.
-Yo... -balbuceo atorándose con su saliva-iba a tomar una ducha.
-¿Y todavía no lo has hecho?
-¿Eh?
-Tomar la ducha.
-Ah, no, no, todavía no.
-Eso es bueno-decidió Joan, terminando de sacudirse el cabello-. Le acabo de pedir a Lucía que traiga unas cosas extras para las curaciones del día de hoy. Quiero intentar poner fomentos sobre tus heridas. Ayudarán a que cicatricen más rápido.
-¿Tú?-Miranda sólo había captado esa parte de la conversación.
Sin poder evitarlo sus mejillas se pusieron coloradas y su corazón se saltó un latido. Joan la miró fijamente, como si no pudiera entender su evidente sobresalto.
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Al otro lado del espejo
FantasyAron es un mundo maravilloso, alejado de la mano humana, liderado por un gran rey y su corte de sabios. Grandes montañas se elevan imponentes buscando alcanzar las estrellas, en una hermosa utopía que un día perdió lucidez debido a una traición. All...