Frío.
Era todo lo que Miranda podía sentir. Un frío intenso que congelaba a sus músculos y hacía que sus dientes golpearan entre sí.
El mundo bajo sus pies estaba girando, y sus oídos pitaban fuerte, haciéndola querer enterrar la cabeza bajo tierra. Antes se había sentido así pero Rehm siempre sabía como arreglarlo. Miranda necesitaba aquel líquido color chocolate que la hacía dormir dos días seguidos.
El tapiz del carruaje empezaba a tomar formas extrañas cuando un par de manos la sostuvieron firmemente.
--No te preocupes, pronto llegaremos. Todo estará bien.
Miranda volvió la mirada hacía el chico hermoso que había hablado. Uno de sus dedos adornado con la sortija que indicaba que eran más que simples conocidos.
--Nadie va a volver a tocarte--dijo, acunando su rostro suavemente entre sus manos--. Te lo prometo.
Lo más lógico era que estaba alucinando. La fiebre había llegado a tales niveles que empezaba a delirar. Miranda necesitaba descansar más que cualquier cosa en el mundo. Se había sentido cansada y adolorida desde que había comenzado el camino, pero si algo había aprendido era a mantener la guardia lista. Ella no podía simplemente dormir y permitir que el chico que estaba a su lado la tuviera completamente indefensa ante él.
Miranda se había pasado luchando por vivir desde que atravesó el espejo, era un completa estupidez dejarse vencer por una simple fiebre, sin embargo en segundos la alucinación tomó un giro mucho más atrayente, con Joan cubriéndola con sus brazos y ella descansando en un pecho tibio, y entonces sin poder evitarlo, todo se disolvió en niebla...
***
En el sueño, Miranda estaba tirada sobre el piso de su hogar, jugando con sus muñecas y su set de cocina. No recordaba cuántos años se suponía que tenía, sólo sabía que era tan pequeña como para que su padre le pareciera un gigante.
Enfrente, la televisión estaba encendida mostrando un mal programa de comedia, y tras ella su madre jugaba ociosamente con el control remoto, subiendo y bajando el volumen cada cierto tiempo.
Ella lucía pálida y desmejorada. Una mujer adulta con rostro de porcelana y ojos grises del color de la plata, ausente del mundo, medicada con tranquilizantes debido a su estado de salud. Las personas solían decir que Miranda se parecía mucho a ella. Tenían los mismos ojos del color de la plata y la piel pálida que se ruborizaba a la menor provocación. Magali había sido una mujer muy hermosa hacía mucho tiempo, con un futuro brillante, pero ahora se pasaba los días atada a una cama debido a su cambiante personalidad.
Miranda dejó los objetos con los que estaba jugando cuando el timbre de la casa sonó y escuchó los pasos de su abuela yendo hacia la entrada. En cuanto percibió la voz de su padre, se incorporó de inmediato y fue a su encuentro corriendo por el pasillo que conectaba todas las habitaciones.
Ese día estaba lloviendo a cantaros, por lo que el hombre la sostuvo sólo por un momento entre sus brazos cuando Miranda se le arrojó encima, alegando que podría resfriarse si se quedaba más junto a él.
--¿Así es que ya lo has arreglado?--interrogó su abuela, llegando hasta ambos--¿Lo has hecho, Jorge?
Se suponía que el padre de Miranda era todavía muy joven, pero en ese momento parecía tener setenta años.
Él se quitó la chaqueta y la puso en el perchero, evitando la mirada de su suegra a propósito. Suspiró y se llevó una mano a las cienes.
--Lo hice--dijo por fin, con voz quebrada--, ya todo está listo.
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Al otro lado del espejo
FantasiAron es un mundo maravilloso, alejado de la mano humana, liderado por un gran rey y su corte de sabios. Grandes montañas se elevan imponentes buscando alcanzar las estrellas, en una hermosa utopía que un día perdió lucidez debido a una traición. All...