manuel pdv
Sus manos bajaron hasta el borde de mi playera y soltando apenas mis labios me la quitó por la cabeza. Arrojó la prenda hacia un costado, mientras sobre sus labios se curvaba una sonrisa. De una manera que me sorprendió hizo que giráramos y quedó sobre mí. Su suave mano acarició mi pecho y bajó por mi abdomen. Casi desesperado me senté y la besé posesivamente, provocando que un pequeño gemido escapara de su boca. Volví a besar sus labios, para luego bajar a su cuello. Sus manos acariciaban mi espalda y nuca. Subiendo una de mis manos por su pequeña espalda, me llevé el broche de su sostén. Se alejó un poco de mí para mirarme a los ojos. Levante mi mano y la apoyé sobre su hombro. Sin quitar mi mirada de la suya, retiré con cuidado el bretel. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, mientras mis manos terminaban de quitar el sostén de ella. Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello. Acercándola más a mí rodeé su cintura con mis brazos, mientras nuestras bocas se conocían un poco más. De una u otra forma, nos fuimos deshaciendo de cada prenda que nos cubría. Juro que no solo estaba totalmente excitado y desesperado por entrar en ella, sino que a la vez locamente feliz de saber que me amaba. Sus manos eran tan suaves y cálidas y me acariciaban tan dulcemente, que puedo jurar que su toqué me quemaba por dentro. Me encendía de una forma, que nunca había sentido.
Esto no era simplemente algo sexual, y me daba tanto placer. Más placer de lo que jamás pensé sentir. La amaba con todo mi corazón. Con cuidado me recosté con ella y volví a girar para que quedara bajo mi cuerpo. Bajé mis besos por su cuello, y su pecho. Sus piernas me rodearon las caderas, encendiendo una hoguera en mi interior.
"Sabes tan bien." le murmuré cerca del oído. Gimió levemente, cuando con mis manos la acomodé mejor debajo de mí, tomándola de ambas piernas y haciendo que mi sexo se presionara levemente contra el suyo.
"Te necesito dentro Manuel… por favor" me rogó.
Su súplica me hizo estremecer. Y entonces alcé la cabeza para mirarla fijamente a la cara. Sus ojos cafés estaban nublados por el placer, sus mejillas levemente enrojecidas. Ella era tan hermosa… y yo ya no podía hacer nada para negar lo que sentía. Entonces despacio empecé a entrar en ella. Sus manos apretaron mis hombros, cuando la llené completamente. Bajé la cabeza y la besé
con ternura, mientras empezaba a embestirla suavemente, con cuidado y hasta el fondo. Me abrazó dulcemente mientras nuestras bocas se fundían en un delicado beso.
Suaves gemidos escapaban de sus labios, que eran rápidamente acallados por los míos. Besé cada centímetro de su piel que estaba a mi alcance, mientras aun me movía dentro de ella.
"Manuel…" gimió mi nombre mientras sentía que poco a poco la iba llevando a su clímax.
Mordisqueé sus labios y tironeé de ellos con suavidad, mientras me movía despacio la sostenía entre mis brazos. Ella entrelazó sus piernas con las mías y me mantuvo cerca.
"Quiero que sepas una cosa... " le hablé agitadamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Me acerqué a ella y rocé su nariz con la mía. "Yo quiero estar contigo, hoy, mañana y siempre, Mi princesa.
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