V

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Kōyō no sabe muy bien qué decir porque siempre supo de Dazai, el primer y eterno amor de su hermano, aquel que a pesar de todo, nunca le fue presentado. También supo de Fyodor; más que nada por toda aquella correspondencia que comenzó a llegar a su buzón de repente, pero no estaba muy segura de qué papel tenía aquel hombre dentro de la vida de Chūya en realidad...

—No está —contesta con dureza sin querer. Frente a él, un joven alto y de cabello castaño la mira con sus ojos llenos de... ¿soledad?

—¿Sabes a qué hora volverá?

Kōyō se toma su tiempo para analizar a Dazai, porque está totalmente segura de que es él a quien tiene enfrente; pensó por mucho tiempo que cuando lo conociera, le rompería la cara y lo maldeciría hasta la saciedad, pero el hombre tiene un aura tan depresiva y angustiada que le contagia y hace sentir mal. ¿Cómo puedes reclamarle algo a alguien que parece estar muriendo?

—No va a volver. —Decide contestar luego de un rato.

Las pupilas de Dazai se dilatan por un segundo y luego regresan a la normalidad; la pelirroja no está muy segura de si eso en verdad sucedió o fue sólo su imaginación.

—¿Por qué? —Su voz sale tan suave y vacía, que Kōyō se quiere tirar a llorar... Pobre Chūya.

¿Cómo pudiste soportar?

—Ah... ¿no te lo dijo? —Kōyō trata de no mirarlo a los ojos—, se mudó a Moscú, con su prometido.

—¡Vaya! Qué ingrato, ¿va a casarse? —Aunque pregunta, Dazai no se molesta en esperar una respuesta y se da una propia—: ni siquiera se molestó en invitarme.

—En realidad...

—¡Está bien! —La interrumpe—, gracias por atender mi llamada a tu puerta, siento las molestias ocasionadas, que tengas una maravillosa tarde. —Kōyō ve cómo Dazai le sonríe ampliamente antes de marcharse y comienza a silbar cuando llega a la acera.

Hay algo en su caminar también... Todo alrededor de Dazai luce atormentado y aburrido.

¿Cómo es que Chūya pudo ser feliz a lado de alguien así?

¿Cómo pudo hacer feliz a alguien así?

Dazai camina, camina, y camina.

Sin rumbo ni destino sigue avanzando hasta que sus piernas duelen; cierra los ojos mientras piensa en Chūya, en todo lo que hizo para lastimarlo y alejarlo de él. Se cuestiona internamente si en realidad eso es lo que quería... ahuyentarlo. No se siente feliz como pensó, hace un tiempo, que estaría.

¿Pero está triste?

No es capaz de llorar, tampoco tiene ánimos de buscar con desespero el paradero del pelirrojo y atraerlo nuevamente a su lado... Dazai no se siente diferente a como se siente a diario; sin embargo hay algo en su estómago, como un piquete, que lo está hostigando demasiado. Saber que Chūya de verdad se fue es molesto, porque desde que Dazai recuerda, el pelirrojo le ha pertenecido, y un sujeto salido de la nada vino y tomó a su pequeño juguete...

A Dazai nadie le quita nada.

El castaño abandona el tren de sus pensamientos al escuchar el sonido del agua correr; examina el lugar donde está parado: un puente. Con las manos escondidas en los bolsillos de su gabardina, se toma su tiempo para observar con detenimiento el movimiento del agua...

¿Qué pasaría si llegara a caer?

TroubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora