Cosas de tu historia

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Él se encontraba sentado mirando aquel sol que por la ventana se asomaba, tenía frío no lo podía negar, esa noche había sido dura porque no había logrado cerrar los ojos siquiera un momento. En eso su compañera de asiento comienza a despabilarse, él observándola cual floración de rosa le dio los buenos días.

Apenas ella vio que tenía la campera de su compañero arropándola se alarmo y se la quitó bruscamente, él quedo atónito no entendía porque tuvo esta reacción y se sorprendió aún más cuando ella le lanzo la campera al rostro, ¿Por qué fue tan desagradecida? ¿Qué había hecho mal?

Obviamente él se molestó y no le dirigió la palabra en el resto del viaje, ella al darse cuenta del disgusto de su compañero decidió levantarse y simplemente irse del asiento.

Llegaron a su destino, faltaban unos cuantos metros, pero por la ventana ya podía apreciar su nuevo hogar por el resto de esos quince días. Un hermoso y enorme lago azul bordeado por unas montañas inmensas, en sus bases había gran cantidad de árboles muy frondosos pero más hacia la cima estos iban desapareciendo paulatinamente. Al encontrarse en una altura importante logró divisar un muelle, bastante humilde y no muy lejos de este se encontraba el pueblo, que al parecer solo era habitado por algunos artesanos que solo venían en las temporadas de turistas para vender sus obras varias.
Tras llegar, armar las carpas y asentarse fueron a buscar los cubiertos para almorzar, era verano pero aun así se sentía el frío del sur. Un frío tan revitalizante pero que al mismo tiempo te sacaba las ganas de llevar a cabo cualquier actividad.

Luego de una larga charla en donde les informaron el recorrido que iban a hacer fueron a acostarse para el arduo camino que tendrían por la mañana. Una hermosa carpa canadiense sería su hogar esa noche junto a tres compañeros.
Temprano por la mañana se levantaron, bueno más bien él y otro de sus amigos ya que los restantes seguían disfrutando de su plácido descanso.

Salieron de la carpa; al percatarse los demás también lo hicieron y comenzaron a preparar las pesadas mochilas de viaje.
Comenzaron la caminata, tenían unas seis horas por delante hasta llegar al refugio más cercano aproximadamente unos veinte o veinticinco kilómetro, al ir ascendiendo por una de las empinadas laderas de la montaña podían apreciarse las diferentes criaturas que a simple vista se encontraban ocultas pero si prestabas atención y oías, podías escuchar sus delicados movimientos entre las hojas.

La ardua caminata provocó que sus pies se lastimaran por no llevar un calzado de trekking adecuado. Tras las seis horas acordadas llegaron a su destino al atardecer.

El refugio de montaña era exactamente como se lo imaginaba, era una cabaña de dos pisos totalmente construida con troncos y se abastecía con energía solar. Se asentaron en uno de los claros no muy lejos de la cabaña y colocaron la carpa tipo iglú en donde pasarían la noche, él se tomó el atrevimiento y le pidió a sus compañeros si podía tomarse un descanso para curar las heridas de sus pies, no hubo problema, fue a ver a uno de los dos doctores que subieron con el grupo y les pidió si podían darle el botiquín, tomo agua oxigenada, algodón, algunos apósitos y busco alguna piedra en donde poder sentarse tranquilamente.

En eso llego su amiga, él seguía molesto aunque no tanto ya que no es de guardar rencores, ella le preguntó qué le había pasado en los pies y le explicó que su mal calzado y tantas horas de caminata habían tenido una mala repercusión en sus pies. Ella se sentó al lado suyo hasta que termino de desinfectarse las heridas y se disculpó por como reacciono en el micro, le pidió si podían tener una charla cuando bajen. Él asintió con la cabeza, era más que obvio que ''esa charla'' era sobre ellos dos y lo que estaba ocurriendo.

En esos minutos que quedaban de luz se quedaron apreciando el panorama, era hermoso poder estar en esa montaña mirando el horizonte e intentando divisar el punto más lejano y darse cuenta que era imposible hallar uno. Él no podía creer la inmensidad de tales creaciones, apenas entraban en sus ojos la infinidad del cielo y las estrellas.

Se juntaron todos para cenar y luego fueron a dormir para emprender la bajada al otro día. Se levantaron temprano, desarmaron las carpas y prepararon sus mochilas. Sus pies se encontraban mucho mejor aunque le seguían soliendo, por delante tenían otras seis horas pero en descenso, las cuales fueron muy llevaderas porque se la paso cantando con sus amigos y disfrutando del paisaje.

Al llegar en el campamento base dejo su mochila y fue a uno de los arroyos que estaba detrás del quincho donde preparaban los alimentos, se sacó las zapatillas y metió los pies dentro del agua helada de deshielo para calmar el dolor y la hinchazón, se quedó por un largo rato y el dolor paso. Cuando se estaba calzando para irse a merendar la vio pasar por el camino de tierra que estaba a unos metros de allí, así que se apuró y fue a su encuentro. Él muy nervioso le pidió si podían hablar, ella aceptó su pedido y fueron juntos hasta el arroyo para poder tener más privacidad.

Estuvieron unos minutos abrazados y tomados de la mano hablando un idioma sin palabras, hasta que tomó coraje y comenzó la plática, él no sabía de dónde salieron las palabras pero comenzó.

- Me cuesta tenerte cerca y pensar que nunca vamos a ser nada.

- Yo aprecio mucho lo que haces por mi ¡Todo! Pero...

- ¡¿Pero Qué?!

- Pero yo soy un desastre, mis relaciones siempre terminan mal y aunque suene cruel me aburro muy rápido de mis parejas. Vos te mereces algo mejor.

- Yo no quiero algo mejor... Yo te quiero a vos.

- Soy muy inmadura, sabes que te quiero... pero no creo estar preparada, tal vez en algunos años cambie.

- No tengo problema de esperarte tanto como sea necesario, porque te quiero.

- No quiero que por esta razón estés triste.

- ¡Es que ya estoy triste! Y rápidamente le dio un fuerte abrazo, de esos que se necesitan para desahogarse y calmar las penas.

Él se puso de pie y la ayudó a levantarse, ella se fue y él se quedó pensando un largo rato.

Desde un principio sabía cómo iba a ser el desenlace de esta historia aunque jamás quiso admitirla o tal vez nunca pensó que ese momento llegaría. Se encontraba abrumado y su amor no había sido correspondido. Sabía que no tenía mucho para ofrecerle a ella, al menos... nada que otro no pudiera entregarle, pero él sabía que jamás le iba a fallar ¡Que entregaría todo su ser si fuera necesario!

No iba a ser mezquino ni mucho menos, le entregaría el cien por ciento de él, aunque ella no parecía haberse dado cuenta de realmente cuánto la quería.

Pasaron los días en el campamento, él no quería que esto lo afectara pero no pudo, estaba decaído, triste y melancólico. Lo había intentado ¡Realmente puso todo de su parte! Sabía que lo correcto era olvidarla, debía superarla de alguna u otra forma, o más bien poder vivir con todos esos bellos recuerdos y dejar de pensar en lo que podría haber sido y no fue. El tiempo y la distancia serían sus aliados.

Segundo SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora