mis demonios saben nadar (a)

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Continuidad: Situado durante el episodio 1x21, "The Anvil or the Hammer."

Notas: Por cuestiones de tamaño y tiempo, tuve que partir este capítulo en dos partes.

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19.

subparte a.

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"No puedo ahogar a mis demonios.

Ellos saben nadar.

-Bring me the horizon ("Can you feel my heart?")

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Jim no durmió.

Llegó a la mansión pasadas las dos de la madrugada. Fue la primera vez que usó su set de llaves para entrar y el código para desactivar la alarma.

Subió al segundo piso, sus pasos bailando en el desgane. Cuando llegó a la puerta de Bruce, no tocó. Había una lámpara aun encendida, con Bruce dormido en el extremo izquierdo de la cama.

Jim cerró la puerta con cuidado.

No se dirigió a la cama.

Jim jaló una de las sillas acojinadas, hasta plantarla frente al perfil visible del Beta, y se dejó caer en ella.

Por lo menos, Bruce estaba a salvo.

Jim mordió un nudillo. La culpa apretó su pecho.

Permaneció un rato en aquella posición, vigilante a lo que había puesto en peligro de manera consciente.

Culpa, por no sentir culpa. Ése era el dilema.

Había dejado de pensar en Bárbara como su responsabilidad hacía mucho tiempo. ¿Y quién podría culparlo, con un demonio? Jim sentía... alivio, por haber sido ella la capturada por el Ogro, y no Bruce.

Era aquella dura realidad, lo que lo estaba afectando.

Jim se levantó.

Se desvistió. Una vez en su ropa interior, postró sus rodillas en el pie de la cama. Se fue arrastrando por la longitud de la cama, procurando que su presencia fuera sentida. Sus manos apretaron la cobija con afán, jalándole para destapar al cuerpo yaciente por debajo. Bruce gruñó somnoliento, tratando de atraer la cobertura de regreso.

Jim hundió su rostro en el cuello del joven.

-. El Alfa rumió.

Bruce reconoció su presencia, su olor, el tamaño de su cuerpo. Sus brazos se estiraron para atraparlo. Jim besó su frente. El puente de su nariz, una mejilla, un párpado—bañó el rostro del Beta en ternura inusual, puesto que ambos eran protectores de su propio espacio.

Presionó sus labios a los de Bruce con delicadeza, sin profundidad.

Desde la mesa de estar a su derecha, el retrato de Thomas y Martha parecía juzgarlo desde su pedestal.

Jim estiró una mano para tumbarlos boca abajo.

Más despierto ahora, el Beta dio bienvenida al asalto con energía. Las manos de Bruce tocaron su espalda desnuda. Jim jaló de sus pijamas, queriendo contacto más fino, más integral para lo que el Alfa pedía.

La presión de sus regazos no tuvo prisa. La necesidad latiendo en Jim no era sexual, sino de reafirmarse de lo que tenía en sus brazos. Se enfocó en el calor producido por sus cuerpos; en la mezcla de sus feromonas. No tenía planes de estirar el momento de intimidad en un acto estrictamente carnal.

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