El ruido de un plato romperse no puede significar otra cosa que un nuevo día. Sí, no es el más bonito despertar pero es el que existe en mi vida.
A pesar de todo, trato de mantenerme animada, tengo que ahorrar todas las energías posibles para el resto del día. Hoy comienza el nuevo curso escolar y no hay cosa que me llene de tanta felicidad como es volver a encontrarme con Marina. Marina ha sido mi amiga desde pequeña, es la única persona con la que puedo mostrarme tal y como me siento. Ella lo sabe todo, aun así cuando intento ocultar algo siempre termina descubriéndolo.
Este verano se había ido con sus padres de viaje a Europa y me había insistido un montón en que me fuera con ella pero mis padres no lo permitieron, como es de esperar. A Thomas nunca le ha caído en gracia Marina, en una ocasión la expulso de la casa a fuerza de gritos y desde aquella vez sus padres no le permiten volver a casa.
(***)
—¡¡Sabrinaa!! —Escucho el grito de mi amiga y me fijo que viene corriendo hacia mi—No sabes cuánto te he echado de menos.
—Si que exageras Marina apenas han sido unos cuantos meses. Yo ni los he notado, la verdad.
—Ay amiga como si no te conociera, todas esas palabrerías no son más que lo mucho que me has extrañado —dice con toda seguridad la rubia.
»Ya va ¿pero qué es lo que te ha sucedido? —Noto que mira con preocupación los moretones que sé que tengo en mi rostro— ¿nuevamente el ogro de Thomas?
—No te preocupes, no es nada que no haya hecho antes.
—Pero no es justo que sigas soportando los maltratos de ese hombre. No son solo los daños físicos, ¡solo mírate! Ya no eres la misma de años atrás. ¿Cuánto tiempo tienes que no sonríes?
—¡Ya basta Marina! Me alegro de comenzar clases por el hecho de salir de casa y verte de nuevo y tú lo único que haces es venir con el irritable tema.
—Pero si...
—No quiero seguir hablando ¿está bien? Además ya está apunto de sonar el timbre— la interrumpo.
Marina no dice nada. Sé que soné algo dura y no fue mi intención como también sé que todo lo que me dice es cierto, ella solo se preocupa por mi. Pero es que mi mente solo pide un descanso, solo quiero venir aquí y pensar por un momento que soy feliz.
El timbre suena y los alumnos se tropiezan unos con otros por los pasillos buscando horarios, aulas correspondientes o simplemente algún que otro libro en sus respectivos casilleros. Mientras tanto yo acelero el paso para llegar lo antes posible a el aula, mientras menos contacto tenga con los chicos y chicas que invaden este lugar mucho mejor. No creo poder soportar las miradas de desagrado que acostumbran a darme.
Justo llego a lo último del pasillo donde corresponde mi primera hora de clase. Soy la primera en llegar y no dudo en ubicar mi puesto en lo último del salón. Minutos después ya no me encuentro sola y sin poder evitarlo agacho mi cara a esperas del profesor, las horas pasan lentas y el aburrimiento me consume. En matemáticas nunca he sido la mejor y poco a poco el sueño me vence.
—Señorita Jones ¿nos haría el favor de explicarnos la última ecuación? —me escupe las palabras con una mirada desafiante el profesor Thompson. Lo que faltaba
—Ehm..., cla... claro —Ahora toda la atención está puesta en mi. Me siento expuesta e indefensa con todos observándome.
Agarro el marcador que me ofrece el profesor Thompson y me dirijo al pizarrón con las manos temblorosas. La verdad es que no entiendo nada de lo que allí está escrito, no es necesario decir que justo me encuentro en esta situación por no prestar atención.
Estoy temblando, mis manos sudan y apenas he podido destapar el marcador. No soy capaz ni siquiera de moverme. Escucho murmullos y alguna que otra risa y siento que mis ojos empiezan a arder, no puedo permitir que me vean así, más vulnerable de lo que ya estoy. Dejo caer el marcador y salgo del aula corriendo, se escuchan los gritos del profesor pero yo no me detengo, sigo corriendo y de un momento a otro siento que caigo.
—Oh dis... disculpa, de verdad lo siento. No fue mi intención —Escucho la voz de un chico, pero me niego a alzar la cara— Hey ¿te encuentras bien?
—Ya, yo puedo levantarme sola —Digo con la cara aun baja.
—Permíteme, quizá te lastimaste —Me ofrece su mano— Es lo menos que puedo hacer.
Limpio mis lágrimas rápidamente y me levanto sin su ayuda
—De verdad estoy bien. Yo me tropecé, yo me caí, yo me levanto —Le refuto
—Lo siento —Sus ojos me penetran y siento como disimuladamente se va fijando en mis heridas.
En eso contemplo sus ojos y noto que tienen un color verde que se entremezcla con tonos marrones. Son grandes, y me atrevo a decir que con solo una mirada podrían hipnotizar a cualquiera.
—Yo... me tengo que ir —Me dispongo a caminar, pero él me detiene
—Mi nombre es Lucas
—Bien. Te... tengo que marcharme —Y sin pensarlo me retiro
—¡Oye! Pero si no me has dicho tú nombre —Escucho a Lucas a lo lejos.
YOU ARE READING
Help me
RomanceSabrina Jones, una chica de 16 años que se encuentra perdida en su propio ser. En un mundo de prejuicios y etiquetas ¿será capaz de poder subsistir? Ilusiones y sueños ocultos entre nubes de oscuridad. La motivación y la valentía serán la clave par...