He visto su dolor.

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Camina con paso apresurado,pareciera que escapa de alguien o de algo. Su respiración es agitada, se ve débil pero no hay tiempo para descansar; no es momento para sufrir, no hay tiempo. Realiza una operación bancaria y poco a poco se aproxima hacia la puerta del banco. Una camioneta la espera y sube rápidamente. En su estómago habita un nudo ciego que solo la fe puede desatar. Qué frío le resulta ese lugar, se acerca un poco para sentir el calor de su pequeña hija, pero no lo puede evitar, y se pregunta como para evadir esa aterradora sensación:¿por qué las lágrimas me saben al agua de mar?

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