Prólogo

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—Por favor, se los prometo que voy a pagar. Pero no les hagan daño a mis hijas. ¡Son tan jóvenes y deben vivir más! —la mujer rogaba desde el piso con las lágrimas resbalando por sus mejillas y, su falda y blusa rotas. 

—Te dimos el tiempo que pediste y aun así no tienes lo que nos debes, te mereces esto —uno de los tres hombres que se hallaban parados en frente de ella, habló con fingida pena. 

—Pero tranquila, tus hijas estarán a salvo y prometemos dejarlas en paz después de esto. Pero tú no saldrás bien librada —otro de ellos le dijo. 

—Un trato es un trato. Dulces sueños Carla —el tercer hombre llevo la mano a su cintura y de allí extrajo un arma. 

—Por favor no hagas esto —dijo ella desesperada. 

Él la apuntó con su pistola y, sin vacilar, disparó.

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