Capítulo 8| Hay una mosca vomitiva en la carne

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No estoy de acuerdo con ir donde los amigos de mis progenitores para una parrillada, se supone que esta será la bienvenida a este país. Ayer no terminé en buenos términos con Jake, y lo último que quiero es ir a su casa. Pero con Sofía McDaniels no se discute, me recuerda a mi tía y a mí. Según lo acordado tenemos dos horas para estar listos, puesto que la parrillada será a la una de la tarde, aun son las 11:00am, es decir que tengo tiempo se sobra. Marco el número de Miguel Ángel en las teclas de mi móvil –aun tengo el Nokia- antes de poner el altavoz. Algo típico de mí es que me gusta hablar por el altavoz, es una costumbre.

¿Aló? —escucho su voz de otro lado de la línea, por lo cual una sonrisa se posa en mis labios. Me incorporo en la cama, hace más de una semana que no sabía nada de él, específicamente desde que me mudé.

¡Hola, amor mío corazón de otra! —exclamo, haciendo notar min emoción.

¿Alexa? ¿Princesa, es usted? —su característico acento paisa se ve mezclado con la confusión. Ruedo los ojos, como si pudiera verme.

Obvio, Firulais ¿acaso no me reconoces o ya me volví gringa? —río un poco ante el apodo. Se supone que es nombre de perro, pero eso le pasa por andar de novio de cualquier chica que le pase por enfrente, le digo Firulais por perro.

¡Zoboomafoo! —escucho del otro lado, pongo los ojos en blanco. Detesto que me diga así, pero según él cuando uso lentes mis ojos se ven tan grandes como los de ese mono.

No me compares con ese mono.

Es un lémur, genia.

—Lo que sea, Firulais —le resto importancia.

—Claro que no, mamacita. Los lémures son unos primates estrepsirrinos endémicos de la isla de Madagascar. Reciben su nombre por los lémures, fantasmas o espíritus de la mitología romana, debido a las estrepitosas vocalizaciones que... —no dejo que termine su narración de Wikipedia.

Dos cosas. Primero, la Wikipedia en esta amistad soy yo. Segundo, te viste animal planet ¿verdad? —inquiero, con una sonrisa en mis labios. Escucho un silencio, seguido de un bufido.

Lo que sea, princesa —dejo escapar una pequeña risa—. Pero dígame como le ha ido ¿me cambió por un gringo pálido?

Claro que no, siempre serás mi Firulais. Pero tengo ahora un Nokia porque me atracaron y conocí a un pelao de ojos divinos, pero es un taradupido con todas las letras... —suelto todo de forma atropellada, pero él me silencia.

Wow, espérate un segundo. Más despacio ¿la atracaron? ¿Se enamoró? —dejo escapar un jadeo espantado.

Sí me atracaron, pero ¿enamorada? ¡Jamás! —comienzo a relatarle todo lo sucedido desde que puse un pie en este país, sin omitir detalles. Creo que me quedaré pronto sin saldo en el móvil, parecemos cotorros hablando.

Deduzco que terminaran juntos —afirma, juraría que se acaricia la barbilla. Suelto un bufido.

No, Firulais. Es más posible que él use un color diferente al negro, gris y blanco. Y deja de ver telenovelas con tu abuelita, te dije que te funden el cerebro —le digo, antes de que conteste escucho como tocan a mi puerta.

— ¡Oye, mamá dice que en quince minutos nos vamos! —la voz de Milo detrás de la puerta avisa, antes de que sus pasos se alejen del pasillo. Abro los ojos como platos, observando la hora. Dios, es tarde.

¡Me tengo que ir, hablamos! —sin esperar repuesta cuelgo la llamada, corriendo en dirección al baño para hacer la ducha más rápida de la historia.

Una latina en apurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora