La oficialía #3

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Al llegar a su ribera natal, Pito se encuentra con la escena acostumbrada de los perros callejeros, los niños desnudos, los jóvenes sin camiseta y la amplia gama de marcos, cojos y tuertos que salen de los callejones y desfilan por las calles en osciosa rutina. Algunas cosas han cambiado.
Al pasar por el lugar donde habían contado que sus padres pasaba las noches de bebentinda, se lleva la sorpresa de verlo convertido en una iglesia cristiana dirigida por los de nueve hijos de doña Lucía, los otros siete han muerto abatidos por la policía.
Cuando Batman se detiene a rascarse la oreja, Pito nota su miedo. Los perros del barrio ven al forastero de desconfianza.

-Eres fuerte, feroz y, en verdad, glotón, y también muy valiente al acompañarme -le dice Pito para animar al flacucho animal. Baman comienza a caminar erguido con la vista al frente.
Llegan a la casa que una vez fue suya. Está habatida por el bigotudo señor blanco, bajo de estatura y barrigón, el mismo que lo echó a la calle tan rápido que no pudo terminar de llorar a su madre ya que tuvo que empezar a preocuparse por su propia existencia. Nota que la casa tiene algunas modificaciones, como la mitad de bloc y la otra mitad de pino, y está pintada de color limoncillo. Sus ojos se llenan de lágrimas cristalinas que pasean por las mejillas.
Ve a una señora en la acera de enfrente roceando con un par de jarras de agua para opacar el polvo de las calles sin asfalto. La reconoce: es la vecina que visitaba a su madre y que lo había curado de la culebrilla. Corre hacia ella y esta se asusta un poco al no reconocerlo.

-¡Vecina, vecina! Soy yo, Pito.

-¿Pito?

-Sí, el que vivía al lado de la casa suya, ahí -dice señalando su antiguo hogar.

-¡Ay, mijo! ¿Dónde te habías metido? Mucha gente de aquí te'tuvimos buscando por mucho tiempo.....

-Estaba por ahí......

-Sí, mijo, pero te fuiste y a nadie le dijiste nada.

-¿Con qué chance ? Ese señor me sacó como un perro de ahí y no me quedó de otra que irme lejos. Mire, yo vine por una cosa.

-¿En qué te ayudo ?

-Yo quiero aprender a escribir......

-¡Ay, mijo! Si yo supiera.......

-No, es que me hace falta un papel y para conseguirlo me dijeron que tenía que venir aquí.

-¿Y cuál?

-El acta de nacido.

-De nacimiento....

-Sí

La mujer se ríe a carcajadas y eo chico, extrañado, espera a que se calme.

-Pero, mijo, tu madee ni te llevó a declarar. O sea, tú no tienes el papel.

-¿Y cómo lo consigo?

-Yo no sé.

Molesto, Pito hace que Baman lo siga con un silbido. Un señor lo ve pasar bañado en sudor y lo detiene. Le pregunta por su padre y por su madre mientras que Baman gruñe con desconfianza.
Cuando Pito le responde secamente, el señor nota su molestia y le pregunta qué le pasa.

-Ando buscando mi acta para aprender a escribir.

-¿Para aprender a escribir ?

-Sí.

-Eso es en la Oficialía.

- ¿Y dónde queda eso ? -Pregunta Pito entusiasmado.

- Eso queda como cuatro calles abajo -responde el señor y señala en dirección opuesta -Cerca de la farmacia Sara.

-¡Ay, gracias!

Pito corre esperanzado. Los ánimos le regresan al cuerpo y la risa inunda su boca. Llega a la tercera esquina y pregunta por la farmacia, le señalan la siguiente calle. En la esquina ve la farmacia.

Pito se seca el sudor del rostro con las manos, respira profundo un par de veces y entra. Ve a una señora de cabello blanco, delgada, y baja estatura, con un rosario dorado que le cuelga del cuello y un crucifijo que se esconde en el pecho. Parece sonreír permanentemente. Le pregunta:

-¿Dónde está la Oficialía?

-Ahí al lado, donde está ese grupo de gente.

-¡Ah, gracias!

Pito sale de la farmacia corriendo y se instala en una fila que serpentea hasta cruzar la calle. Es el último bajo el sol imponente. El estímulo lo hace resistente y perseverante. Baman jadea cansado. Pasan las horas y pito deja de ser el último. El sudor se desprende y a unos les incomoda, pero al chico no le molesta.
Después de la larga espera, Pito se encuentra con un señor detrás del hueco lleno de rejas.
Se parece a la imagen que tiene de Dios: el pelo lleno de canas y las barbas abundantes. Además, se viste de blanco, como los ángeles de la televisión.

-¿En qué podemos servirte? -dice el señor con voz dulce.

-Yo vine a buscar mi acta para poder aprender a escribir -contesta Pito.

-¿Cuál es tu nombre?

-Yo soy Pito y él es Baman.

El señor se asoma por la reja y sonríe al ver el perro.

-!Ah! Pero necesito tu nombre verdadero.

-Ese es mi nombre.

-¿Pito qué?

-¿Cómo así?

-¿No tienes apellido?

Pito mira a Baman y recuerda la pelicula que vio en la cancha del barrio sobre la revolución cubana.

-Yo soy Pito Fidel.

-Pito Fidel, ¿quieres tu acta de nacimiento ?

-Eso vine a buscar.

El señor empieza a molestarse y se le suben los colores.

-¿Dónde estan tus padres?

-Bueno, mi mamá murió y a mi papá no lo conozco.

-Entonces, no tienes acta.

-Fui a donde una vecina y ellae dijo que no me habían declarado.

El señor da un palmazo en el mostrador muy molesto.

-Y entonces, ¿ Cómo te ayudo ?

-No sé cómo. A mí me dijerón que necesito ese papel para aprender a escribir.

-Hay que buacarte en los libros. Eso tiene un costo de 700 pesos.

-¡700 pesos! Pero yo nunca los he visto juntos. ¿Y se los voy a buscar a usted ?

-Mira, niño, todo tiene un precio en la vida.
Los favores se mudarón del mundo y los intereses ya son otra cosa. Si tú no tienes dinero, es cosa tuya. ¡Ahora vete que tengo mucha gente en fila! -dice el hombre enojado haciendo gestos con el rostro y moviendo la mano izquierda, como señalando un lado de la fila e indicándole a Pito que salga.

! Quiero Aprender A Escribir! Pero Me Hace Falta Una ButacaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora