«Con una sonrisa de tus labios, mi alma podría salvarse.
Sin embargo, el destino te dio el papel de ser mi verdugo.»
Doce historias de amor trágico. Desde hijos abandonados a amantes asesinados, la cara t...
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La primera vez que nos vimos, tus labios eran adornados por una sonrisa sabor a durazno. La dulce inocencia de esas rosadas líneas se asentaron en mi corazón, llevándolo a una altura lejana y desconocida. No era dedicada a mí esa mueca, sino al joven a tu lado, pero aún así, el "buenos días, señor" que me dedicaste sustituyó los demás sonidos, porque te volviste la melodía de mi vida.
Mis ojos no se apartaron hasta que tu figura desapareció en la calle, sorbiendo la taza plástica y humeante. Café con leche era tu pedido. El color tierra del líquido del mismo tono de tu piel, el azúcar delicioso como el tacto de tus dedos al entregarme el efectivo justo.
El resto del mundo se desvaneció en el castaño intenso de tu cabello. La burbuja perfecta y equilibrada se había roto, arrojándome de lleno al vacío delicioso de una pasión desmedida.
Dicen que hay un ángel para cada uno de nosotros, ¿deseas ser el mío? Y si ya lo eres de alguien más, no importa. Los accidentes ocurren, canta otro dicho. Todo en esta vida tiene su arreglo.
Te lo digo, no me costó nada encargarme de los detalles.
«Te amo, te adoro, chica del café con leche», gemía mi mente durante el proceso, por lo que nunca solté el acelerador.
El amor lo puede todo. Los testigos vieron la prueba de ello, el largo sendero carmín que siguió la pareja y el cochecito. Es hermoso, perfecto, lo que se puede cambiar en la vida si se decide meter la mano.
Mis horas de sueño son tus horas de trabajo. Tus horas de descanso, mis instantes observándote, buscándote. Al igual que el gato esperando un descuido del ratón, yo aguardaba la oportunidad de acercarme.
Solo deja de llorar, deja de lamentarte. Prometo que, cuando te quites el traje de viuda, curaré tu corazón y tu mente. Paralítica, sin cabello y desfigurada te amo aún más.
Ahora nadie más podrá tenerte.
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Mi tema favorito, la obsesión, debía entrar en estos relatos.
