Así inicio nuestra felicidad

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Hola! Solo quiero aclarar que lo de este capítulo sucede mucho antes del juicio, ojalá y os guste 7u7r

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Como cada noche; recorrió los pasillos de la mansión en completo silencio, viendo de soslayo la preciosa luna llena a través de un amplio ventanal, mientras los arboles se movían suavemente con el frío viento, después de todo estaban en noviembre y las temperaturas solían ser bajas en esas fechas. Claro que para un demonio como él, el clima era algo que le tenía sin cuidado.

Suspirando al ver que su reloj de bolsillo marcaba las dos de la madrugada, se detuvo frente a una amplia puerta de madera lacada que conocía muy bien, sujetando la manija al mismo tiempo que dudaba por una fracción de segundo, si debía entrar o regresar a su habitación a seguir planeando los deberes de ese día. Sabía que todo eso era absurdo, todo lo que creía sentir, simplemente era un deseo carnal que ansiaba satisfacer como muchos otros, no había más. Pero al mismo tiempo era diferente, ya que esta vez se tenía que contener… ¡Maldición!

Desde hace unos meses tenía la misma rutina, tal vez solo era una pésima costumbre, por lo que entró al cuarto de Ciel solo para arroparlo, observando su delicada figura cubierta por las finas sábanas. Su amo era levemente iluminado por los delicados rayos de luna, y por más que lo negara, comenzaba a tener sentimientos por Ciel, pese a ser solo su alimento. Sin embargo, aquellas ganas de protegerlo y cuidarlo no solo se debían al contrato, era algo más, algo prohibido y aberrante.

Todo se estaba saliendo de control. La situación era absurda e impensable, él, Raum un poderoso demonio y comandante de más de cuarenta legiones no podía haberse enamorado de un chiquillo mimado como Ciel Phantomhive. Mucho menos cuando él fue creado para traer iniquidad a los humanos, su propósito era regocijarse de su sufrimiento, maravillarse con aquella sed de venganza; de sus absurdos deseos y satisfacerse con aquel miedo que invadía su miserable existencia cuando estaba a punto de devorar sus almas. Solo son comida, no era correcto amarlos… se dijo, porque son de mundos completamente diferentes.

Los humanos son multifacéticos, frágiles e inútiles si se les compara con alguien como Sebastián. Tienden a cambiar de idea en segundos, mientras que un demonio vive durante milenios, guiados por una ideología antigua, ancestral e irónicamente sagrada. Se rigen por reglas inquebrantables, por lo que desear a un humano de forma afectiva era un crimen, uno de los peores. Lo sabía mejor que nadie… aun así lo deseaba.

Un demonio y un humano jamás podrían estar juntos. Raum había vivido milenios, aun así nunca supo de alguien que se haya enamorado tan patéticamente de un humano, así como él, y si lo existiera, lo más probable es que fuera ejecutado. Pero sus instintos por probar aquel frágil cuerpo, de apariencia sumisa —lo contrario a la actitud hosca de su Ciel—, que yacía en aquella cama eran demasiado fuerte. Era un deseo incontrolable que no tenía la menor intención de seguir reprimiendo, así que con sigilo se fue acercando.

Y con toda la delicadeza que poseía, se apoyó en el colchón, deslizando su mano desnuda entre aquellos mechoncitos de cabello, tan suave al tacto y con un delicioso aroma a fresas, el cual lo tentó a acercar su rostro para percibir mejor aquella sensual y provocativa fragancia; quedando a escasos centímetros del rostro de Ciel, sintiendo su respiración entremezclarse con la suya mientras esos sonrosados labios entreabiertos le invitaban a profanar su dulce boquita.

Era demasiado tentador. Malditamente erótico y seductor, como si el propio cuerpo de Ciel le atrajera en una muda declaración, sugiriendo que deseaba…, no, que anhelaba ser tocado por su frio tacto, besado y amado de toda forma posible. No podía negarse a esa pequeña orden, ¿qué clase de mayordomo sería si no satisfaciera los deseos de su amo?

Crimen de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora