R = Radiante.
Freddy provocaba luz en los días malos de Golden.
¿Que cómo eso era posible? Con tan sólo mostrar su sonrisa.
[...]
Algo que Golden anhelaba demasiado era la positividad del castaño. La bella sonrisa que daba éste emitía una gran y significativa luz, una luz que era capaz de iluminar aquellos días grises que el rubio debía afrontar.
Con todo el trabajo encima, horarios apretados, y las grandes exigencias de su abuelo, el de orbes plateadas dudaba cada vez más si realmente tenía un propósito en la vida. Mucha gente decía que era un "niño de papi", y haría todo por demostrar lo contrario.
Era el día. El día en que toda esa buena reputación que tanto había conservado se iría por el caño. Pero valdría la pena, no importaba si su abuelo mandaba a toda la prensa tras él, necesitaba volverse independiente. Ser alguien en la vida sin que la poca familia que le quedaba se interpusiera en ello.
Decidió escapar de la mansión. Escapar de todas esas cadenas que lo ataban a un vida inconforme... Y por fin ser libre.
Pero había un problema, ¿dónde viviría ahora?
El peor lugar que pudo escoger para asilarse fue el exterior de la escuela a la que asistía. Los bravucones que merodeaban por allí no dudarían en darle una golpiza a cambio de dinero, las sucias ratas invadían su espacio, y ni se diga del fuerte frío que se presentaba cada noche.
Todos los días que pasaba allí eran un infierno -nada comparado con lo que vivía en la mansión, pero el lugar era incómodo para alguien que apenas lograba adaptarse-, al menos podría ver a sus amigos durante la hora de entrada y salida del colegio.
Los pensamientos del rubio impedían la interacción con todo lo que pasaba a su alrededor, hasta que un fuerte trueno se escuchó a lo lejos. Significaba que iba a llover.
El rubio suspiró y cerró los ojos esperando a que las gotas de lluvia lo llegasen a empapar, hasta que una linda y conocida voz se hizo presente.
Alzó su mirada, encontrándose con un chico de cabellos castaños y ojos azules con un paraguas en mano.
-Hola, Golden -Le dijo, acompañado de una bonita sonrisa.
Esa sonrisa. La que iluminaba el espacio en los que se veían los dos. No importa qué tan dura sea la situación, con la presencia del castaño era más que suficiente para alegrar esos malos días. Y Golden lo sabía.
El rubio le devolvió la sonrisa. -Hola, Freddy.
-Se nota que va a llover. ¿Quieres ir a mi casa? Puedes refugiarte allí.
-No quiero causar molestias.
-¿M-Molestia? ¡Para nada! Sería muy bonito que nos hicieses compañía.
-Por mí está bien. Pero, ¿qué dirá tu madre?
-Yo le explicaré todo, tranquilo.
-Okey...
-¡Ahora vamos antes de que te resfríes! -El de orbes azules le tendió una mano, acción que el rubio aceptó con gusto.
Ambos debajo del paraguas, caminando bajo la lluvia y charlando divertidos era una linda-y cliché, ay- escena.
Al llegar a la casa del castaño se adentraron en ella. El rubio miró detenidamente cada rincón de ésta.
-Tu casa es como tú.
El castaño rió.
-¿Muy simple?
El rubio negó con la cabeza.
-Radiante.
• • •
Tu sonrisa es más Radiante que el mismísimo sol.