Capítulo 1: Parte II

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Capítulo 1: Parte II

Terminaba de secar la última gota de agua del plato de vidrio que, supuse yo, era de mi padre por las grandes cantidades de pimientos que poseía. Hoy al terminar de comer mi mamá decidió ponerme a mí a lavar los platos y no me negué, de ninguna manera.

El reloj de la pared marcaba las dos de la tarde, tenía tiempo aún para arreglarme e ir a casa de Cassy. Así que me senté en el sillón de la sala a esperar que sea la hora. No estaba muy segura de cómo iría a casa de mi amiga, los policías se encontraban en cada rincón de la ciudad, si me encontraban por ahí paseando alegremente no dudarían en castigarme. Normalmente iría en auto pero ni ahora estaba segura de ello, de todos modos lo haría.

Mamá tendría que suponer que iría a la escuela de nuevo, no se tendría que enterar de ninguna manera que nos juntábamos, es mucho con que tengamos estas juntas ya y si ella se enterara estaría en verdaderos problemas, contando con que no confiaría en mí nunca más, no me dejaría salir a otro lugar y estaría sobre mis espaldas por el resto de mi vida.

Escucho unos ruidos que vienen de la ventana del costado de la casa y me llaman la atención así que me acerco, mis padres estaban durmiendo y Samantha también. ¡Samantha! De repente me acuerdo de ella, voy corriendo a la habitación por los pasillos que me conducen a ella y la veo, está allí durmiendo tranquila, en su cama, tapada, con el ventilador andando al lado de ella, así que vuelvo ahora tranquila a la sala y decido observar que hay al lado de la casa. Como siempre, suponía que no había nada fuera de lo común, ya que la casa de al lado de la nuestra no había gente, estaba en venta. Y luego un tic sonó en mi cabeza, la habrán vendido ya. Oh, Sophie eres un verdadero genio.

Con mucha curiosidad me acerqué a la ventana a ver quién había comprado la casa. Cuando descubrí la ventana de las cortinas observé el gran camión de la mudanza, luego un chico venía caminando de adentro de la casa y entraba al camión, luego de un rato salía con unas sillas, una en cada brazo, vaya, sí que era fuerte. Lo miré entrar a la casa y luego salir y buscar más cosas, podía divisar como su camisa empezaba a mojarse por el sudor. Era realmente sexy. Miré la hora y vi que eran las tres y cuarto. Aún quedaba un poco de tiempo para seguir mirando al chico, aún no veía su cara, pero su cuerpo, ¡ni hablar!

Luego de un largo rato se volteó y casi no lo creía, no creía lo que jodidamente veía. ¡ERA ÉL! El maldito nuevo del colegio, lo vi voltearse a la ventana y solté la cortina rápidamente. Yo aún podía ver hacia afuera más él no para adentro, pude ver que se rio, negó con la cabeza y soltó un escupitajo. Asco, pensé. Pero qué bonita sonrisa. Siguió bajando y cargando cosas para su casa, ¿vivía solo? Debía ser, ¿y sus padres? No lo sabía. En estos tiempos no era legal dejar a un chico de diecisiete años solo, a menos que sea mayor, aunque no lo creía, íbamos a la misma escuela y al mismo curso, incluso. Además recién comenzábamos las clases, como para que tenga ya los dieciocho. Era todo muy confuso.

Me separé de la ventana y me fui a seguir viendo la televisión.

Habían tantos líos que era súper raro que aún hubiera buen cable.

Miré la hora por última vez a las 15:58 y volví mi vista al televisor, cuando un ruidoso golpe sonó en la ventana. Me sobresalté. Si lo hubiera visto venir habría estado segura de que aquello rompería la ventana, aunque no lo hizo. Me levanté y fui a ver qué demonios sucedía. Corrí las cortinas y pude observar al nuevo con un balde de globos llenos de agua mirando hacia la ventana riendo como un estúpido. Salí cabreada de mi casa.

̶ ¡¿Qué demonios te sucede?! –le grité. Si el chico lo que quería era poner mis putos nervios de punta, lo había conseguido. Estaba enojada, pero un tanto alterada para ser sincera, el ruído me había sorprendido.

Hide Yourself.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora