En busca de respuestas

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-Señor Lucas, soy su vecino Enzo García ¿Le importaría que habláramos un momento, por favor?

Lucas le frunció el ceño haciéndole parecer más malo todavía.

-¿Hay algún problema?

Enzo tragó saliva un momento cuando noto que su corazón se aceleró de puro pánico. Tenía la sensación de que si no salía corriendo en ese mismo instante ese hombre iba a hacerle cachitos y su cuerpo nunca se encontrara de nuevo. ¿De verdad iba a hacer esto?

-No, no... Es... -Enzo tomó aire profundamente – Es una duda que tengo y he pensado que usted podría solucionarla.

Lucas lo miró de arriba abajo, midiéndolo.

-Usted parece un hombre muy capaz. No creo que yo pueda ayudarle en nada.

-Solo le robaré unos minutos ¿Por favor?

-¿En qué le puedo ayudar?

-¿Le importaría que lo habláramos dentro? No es algo que quisiera que escucharan todos.

-Usted me suele mirar como si descuartizara cachorritos para desayunar y ahora quiere que le acompañe a su casa ¿Está seguro?

Enzo tuvo la decencia de sonrojarse.

-Lo siento, sé que no debería juzgar a las personas... Tiene razón pero aun así, le ruego su ayuda.

-Está bien.

Enzo se apartó para dejarlo pasar y al hacerlo se dio cuenta de que su metro ochenta se quedaba enano ante el 1'98 de su vecino y le hizo tragar duramente. ¡En que líos se metía!

El salón y la cocina americana estaban nada más entrar y Enzo le señalo un viejo sofá al que le había puesto una colcha de algodón para tapar las machas que le habían dejado los anteriores inquilinos.

-Puedo ofrecerte un café o una cerveza.

-Un café está bien.

Lucas veía las manos del hombre temblar mientras ponía una pequeña cafetera en el fuego de la cocina y se preguntaba que era lo que lo tenía tan alterado. ¿Creería que lo iba a asaltar? Por alguna extraña razón todos los hombres heteros se consideraban irresistibles para los gais y pensaban que si se despistaban estarían con una polla en su culo antes de darse cuenta. Pero este hombre le había invitado a su casa ¿Sería gay? Lucas no lo creía pero ya se había equivocado antes.

Cuando Enzo salió con los dos cafés, Lucas dudaba de que quedara algo en las tazas de tanto que temblaba el hombre.

-Señor Lucas.

-Por favor, llámame Lucas.

-Lucas.

Enzo se pasó las manos por el pelo intentando saber como darle una entrada a la conversación.

-¿Sabes que tengo un hijo?

Lucas asintió con la cabeza.

-Me he encontrado con él alguna vez en la escalera.

Enzo cogió su taza de café y empezó a darle vueltas con la cucharita sin levantar la mirada, no sabiendo como continuar.

Después de un rato la voz de Lucas sonó gruesa y enfadada.

-¿Está preocupado por la seguridad de su hijo al vivir en la misma planta que un gay? Le aseguro que a mi los niños no me van.

Enzo levantó la mirada asustado.

-¿Qué? ¡No! No es eso.

-Señor García, no estoy muy seguro de porque me ha invitado pero sea lo que sea lo que le molesta, me gustaría que lo aclaráramos cuanto antes. Tengo cosas que hacer.

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