Parte 5

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-¿L-lo estás tú?-

-Joder sí.-

-Entonces, yo también.-

Hablaron con muchas dificultades, y luego de aquella confirmación por parte de ambos, aquel dúo se entregó a aquellos deseos exacerbados por el ajeno que en sus corazones albergaban.

Las prendas comenzaron a desaparecer con más frecuencia, las manos tímidas de Castiel comenzaron a cobrar valentía y las manos de Dean, se volvieron aún más atrevidas.

Cuando ambos tuvieron con el torso desnudo, cuando sus pieles hicieron contacto directo por primera, una oleada de sentimientos encontrados, los atacó cómo un fuerte rayo, Castiel se erizó, por lo que a causa de esto, aquellos <botones> sobre su pecho se irguieron, y Dean no desaprovechó la oportunidad de envolverlos en su caliente y húmeda boca para mantenerlos <cálidos>.

-¡Aah~!-

Un gemido suave pero descriptivo por parte de Castiel, y Dean con sólo aquel simple sonido, se sintió enloquecer.

Castiel no podía creer que la boca de Dean estuviera en otra parte de su cuerpo que no fuera su boca o cuello, aquel accionar había hecho que se sintiera aún más conectado al rubio. Después de todo, no haces eso con cualquiera, ¿Cierto? O al menos Castiel así lo pensaba.

Las manos de Castiel se posaron por mero instinto sobre la cabeza del menor, y comenzó a tironear suavemente de sus cabellos, debido a que aquel trabajo con la lengua sobre sus pezones, lo estaba haciendo temblar, mitad de placer, mitad de cosquillas.

Dean comenzó a bajar, haciéndolo estremecer una vez más, cuando abandonó aquellos pequeños montículos, y una brisa fresca las rozó. Los labios del menor continuaron bajando suavemente hasta llegar a su ombligo, y allí hacer magia una vez más con aquel músculo tan increíble como era su lengua.

El pelinegro se sentía desfallecer cada vez más en anticipación, cuando el rubio se acercaba más y más al borde de su pantalón, rozando aquel bajo vientre con su incipiente barba.

Castiel realmente creía que estaba en el cielo, jamás había tenido una experiencia de ese grado. Su cuerpo poco a poco se iba llenando de deseo, goce y éxtasis y todo por causa de una sola persona. Dean.

Dean se irguió un poco, quedando sentado nuevamente a lo que Castiel le miró con sus ojos ya más que nublados por el placer y más que agitado. El rubio sonrío ante la vista que tenía frente suyo. Era verdad que admiraba al ojizarco, era verdad que sentía algo por él, mucho más especial que cualquier otra persona, pero jamás pensó que también lo quería de esta forma. Ya no sabía si quería al artista, Castiel, o al hombre, cuyo nombre aún no se sabía, y eso le molestó un poco, pero la sonrisa que el mayor le dedicó, provocando que su rostro se adornara con aquellas leves arrugas de la edad, le esfumaron cualquier rastro de ira o enojo que pudiera sentir, ese hombre era jodidamente hermoso, e iba a ser de él, sólo y puramente de él, y sólo deseaba, que lo siguiera siendo en el futuro, en los días venideros. Quería reclamar a Castiel exclusivamente de su propiedad. Esa perfección hecha persona, debía ser suya. Sola y únicamente suya.

-Dean...-

-¿Qui-quisieras ir a un lugar más; cómodo?-

Cuestionó ahora algo tímido, lo cual no cuadraba, con toda esa actitud de Don Juan que venía demostrando hasta el momento.

Castiel se sorprendió ante aquellas palabras, y ante la <duda> según los pensamientos de Dean, éste desvió la mirada algo decepcionado. Por lo que Castiel, colocando su mano suavemente sobre el rostro del menor, le hizo mirarle a los ojos una vez más.

Destiel: &quot;Featuring&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora