Capítulo 4.

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Hace 25 años...

- Bueno, chicos, es hora de embarcar – dijo un joven George Stone a sus hermanos, mientras miraba con el ceño fruncido la pantalla del aeropuerto donde anunciaban todos los vuelos. Buscó el suyo con la mirada y encontró que había llegado el momento.

No era la primera vez que viajaba a Londres. Lo había hecho incontables veces en nombre de su padre y otras, por propios motivos. Sin embargo, nunca le había gustado la sensación de volar. Sería capaz de ir al fin del mundo en coche con tal de no coger un avión. Siempre tenía la misma sensación de vértigo, con escalofríos por todo el cuerpo y el sudor frío recorriendo su espalda. Cuando viajaba acompañado hacía enormes esfuerzos por disimularlo, pero en esta ocasión iría solo.

La idea de ir a Londres le desagradaba. Era una ciudad enorme, ruidosa y sucia. Siempre hacía frío y era raro el día en el que no lloviera. Odiaba cargar con el paraguas a todos lados. Recordaba las veces que había estado allí y eso le daban menos ganas de ir. El frío invierno calado hasta los huesos, la lluvia y la nieve pegadas a su abrigo y un malhumor constante, eran los recuerdos más vivaces de esas experiencias. Sin embargo, nunca se negó cuando Michael Stone, su padre, le pedía que fuera en su nombre a hablar con los líderes de otras manadas de cambiaformas asentadas en la ciudad londinense.

Unos brazos que rodearon su cintura lo separaron de sus pensamientos. Sonrió sin poder evitarlo.

- Lo paso fatal cada vez que te vas –dijo una voz femenina, perteneciente al cuerpo que estaba pegado al suyo.

- Volveré antes de que te des cuenta –le contestó mientras correspondía al abrazo. Cuando se separaron, George pudo observar con detenimiento a su hermana melliza.

La joven Anna Stone era hermosa, siempre lo había sido. Su pelo castaño y largo caía en ligeras ondas por su espalda. George todavía reía cuando le dio el arrebato de teñírselo de azul durante su época de rebeldía. Sus padres enfurecieron y la chapuza fue tal, que al día siguiente ya volvía a tener el mismo tono de siempre. Eso sí, se había ganado el apodo de "Pitufa", gracias a sus hermanos; un apodo que aún usan continuamente. Además, sus ojos azules como el hielo eran totalmente contrarios a su personalidad amable, cariñosa e inocente. Lo miraba con la nariz arrugada, mostrando su enfado al no poder acompañar a su hermano una vez más a su misión al otro lado del país.

- Sí, claro. Tú te marchas a la gran ciudad y yo tengo que quedarme aquí recibiendo clases de Historia –se cruzó de brazos e hizo un puchero-. Juro que mataré al viejo McLeod si vuelvo a escuchar: "Señorita Anna, siéntese correctamente", "Señorita Anna, no mire por la ventana", "Señorita Anna, no respire", "Señorita Anna, esto, Señorita Anna, aquello" ¡Me va a gastar el nombre! –

- Respira, Pitufa –intentó calmarla el joven Robert Stone, el más pequeño de los hermanos, pero el más tranquilo. Al igual que sus hermanos, tenía el pelo castaño y los ojos azules. Su cuerpo era fibroso debido a las horas de entrenamiento a las que era sometido. Sin embargo, las hacía con gusto. Aunque acababa de cumplir la mayoría de edad, era un guerrero magnífico.

Anna bufó, exasperada. George se echó a reír y la abrazó como despedida.

- Prometo que para la próxima vez te llevaré conmigo –

- Suerte convenciendo a Michael –

- Nuestro padre solo se preocupa por ti, pero tranquila, seré capaz de convencerlo para que participes en la próxima misión que me asigne –le revolvió el cabello con burla, ganándose un gruñido felino por parte de ella.

En ese momento, una voz anunció por los altavoces que las puertas de embarque con destino Londres estaban a punto de abrirse, por lo que George debía darse prisa. Volvió a abrazar a su hermana, la cual echaría muchísimo de menos, y luego se giró hacia su hermano. Ambos chocaron sus manos, como siempre hacían y se sonrieron mutuamente. A continuación, se separó de ellos y se dispuso a pasar por los controles de seguridad.

Viviendo en el Bosque #2 [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora