"Si algo me sucediera, se supone que tú tomes mi lugar"
"El poder..."
"No puedo permitírtelo. Un ser maligno como tú no puede permanecer en el Santuario"
"El control absoluto del mundo"
"Estarás en esta prisión hasta que tus oscuros pensamientos desaparezcan"
"Tú y yo, Saga..."
"Me decepcionas"
"Maldito seas"
Un chasquido de lengua, un gruñido y un bufido exasperado. Un guijarro proyectado contra los barrotes y un zumbido agudo que el constante rugir del océano no tardó en ahogar. La marea estaba baja, lo suficiente como para que yaciera sentado en las rocas, con el agua apenas llegándole hasta las rodillas. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Días, semanas, meses? Ni una sola alma había aparecido en el sitio, ningún cosmos conocido; lo único que podía ver eran las olas y el pasillo natural de roca en el que había divisado a Saga por última vez. Una oleada de ira lo abrazó y arrojó en vano otra piedrecilla contra las barras que lo mantenían condenado. Esta vez, saltó una chispa. Kanon se dejó caer de espaldas e, inconscientemente, su mano derecha terminó sobre su estómago. Empezaba a sentir fatiga. Y eso era poco si consideraba que cualquier otro ser humano hubiera ya comenzado a comerse a sí mismo a esas alturas. O eso creía. Aún se sentía desorientado desde el último enfrentamiento con la muerte; aunque, como era usual, el nivel del agua había bajado gracias a la poderosa cosmoenergía desconocida. Había perdido la cuenta del tiempo desde la primera vez en que estuvo a punto de ahogarse. Solo lo había dejado correr. Ya no estaba seguro de nada salvo que su odio seguía creciendo.
Su mirada se quedó pegada al techo húmedo por unos segundos, mientras su mente trabajaba lo mejor que podía en conseguir una solución. ¿Una solución o solo algo en que entretenerse para no comenzar a delirar? Era evidente que no podía salir de allí. Pero ¿rendirse era una opción? Por supuesto que no, jamás lo había sido. Tal vez aún no llevaba tiempo suficiente encerrado como para que se le ocurriera el modo de burlar la seguridad. Y cuando lo consiguiera, haría hasta lo imposible para lograr su cometido. Y Saga... oh, Saga..
No fue capaz de discernir en qué momento había cerrado los ojos, pero los abrió de golpe cuando su respiración se vio interferida por el ya familiar contacto del agua salada. Se levantó entre espasmos de sorpresa y ahogo, agitando los brazos por inercia y sin respirar. Segundos después, notó que la marea tan solo le llegaba hasta el pecho y que retrocedía lentamente. Aunque no tenía mucho sentido, Kanon se restregó los ojos para tratar de aliviar el escozor salino y tosió un par de veces. Volvió a maldecir en voz baja y se reincorporó. No, si seguía acostado más tiempo, no podría levantarse.
- Encontraré la forma de salir y te mataré, Saga. Te mataré a ti y a Atenea. – Juró de nuevo en un murmullo, sus manos apretando la roca.
Justo en ese momento, algo ocurrió.
Algo de lo que no estuvo seguro hasta que la sensación de hizo más fuerte y real. Y aún así, le costó trabajo creerlo: Una luz. Un destello que emergía desde el otro extremo de la estrecha prisión. El gemelo de una sola faceta, la maligna, se acercó hasta el peñasco que hacía de pared interior con una mezcla de ansiedad, incredulidad y temor al pensar que podía estar ante la prueba más fidedigna de que había perdido el juicio. Sin embargo, no fue así. Hizo basta un golpe con todo el cosmos que pudo reunir y la roca cedió para dejar a la vista el renacimiento de las esperanzas de Kanon. Un tridente con el sello de Atenea yacía justo frente a sus ojos. Lo que quería decir que no era /un/ sino /el/ tridente. Una sonrisa áspera había surcado sus labios al tocar el débil papel.
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Dragón y Mago
RomanceEncerrado en Cabo Sunión, Kanon descubre un acceso a Atlantis y obtiene así una oportunidad para llevar a cabo su venganza; sin embargo, también encuentra un nexo con el pasado: Dégel de Acuario, un caballero de la generación anterior.