Scylla

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- Le zéro absolu est la température la plus basse qui puisse exister.-

- Le zéro absolu e.. est...

- Zéro-

- Zéro-

- Z-é-r-o.-

- Por favor...-

- Lo estás haciendo mal. Dilo de nuevo.-

- ¿Cómo es? –

- /Zego/ -

- No esperas que pueda pronunciarlo así mismo, ¿verdad?

- Deberías al menos poder imitar el sonido después de un año de práctica.-

- Tal vez mejore si lo escucho una vez más.-

- Te estás aprovechando.-

- Solo será una más, vamos...-

- Zéro absolu .-

- /Zerro/ -

- Zéro.-

- Demonios.-

Después de un breve silencio, la práctica quedó interrumpida por un par de risas relajadas y amenas.

Dégel y Kanon se encontraban en el pilar central, el primero sentado con elegancia innata en el sofá de la sala de estar y el segundo a su lado, ligeramente inclinado sobre él para ver el libro que Leviatán sostenía en el regazo. El de cabellos verdes decidió premiar el esfuerzo de su alumno y sacó un caramelo de la pequeña ánfora que reposaba en la mesa frente al sillón. Por su parte, el gemelo se apoderó de la recompensa con la boca en lugar de usar las manos, como llevaba haciendo desde hace algún tiempo y frente a lo cual el francés no se inmutó.

La relación de ambos había mejorado considerablemente en los meses posteriores a la llegada de Hipocampo. Los generales destacaban por sobre los soldados en cuanto a la velocidad a la que aprendían y maduraban, hecho que Kanon atribuyó a la tutela de las escamas. Por esa razón, cuando Baian ganó la experiencia suficiente como para equipararse a Krishna, tanto ellos dos como los soldados llegaron al acuerdo de alivianar la carga que soportaba Leviatán. Así, los novatos se repartieron la guía de los entrenamientos de modo que Dégel pudiera descansar al menos dos días a la semana. El aludido no había estado de acuerdo ni por asomo, al menos al principio, ya que descubrió qué tan cansado estaba solo después de pasarse durmiendo la primera jornada libre por completo. Además, con seis años de preparación, los hombres que estaban desde el comienzo también podían instruir y aportar cuando era necesario.

Así que, por fin, el ex paladín de Acuario tenía tiempo libre de verdad. Los generales buscaban su ayuda cuando no lograban solucionar ellos los percances de los soldados; el resto de las veces era solo para oír sus historias o aprender lecciones de las categorías más variadas: en ese aspecto, Dégel tenía sabiduría para compartir y esta se hallaba en constante crecimiento gracias a la ahora monumental biblioteca que albergaba en el pilar y que había alcanzado semejante tamaño no solo gracias a Kanon, sino que también producto de los hombres que viajaban a la superficie y le llevaban obsequios por tal o cual ayuda de alguna ocasión.

Dragón y MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora