Tenía un aire soñador en la mirada, de aquellas que levantaban sonrisas en las muecas malhumoradas de la gente. El pelo revuelto, despeinado, sin prisas y despreocupado, y rostro barbado por las curtidurías de una vida de experiencias. Parecía ser bastante feliz haciendo caso omiso de todos los consejos de su cabeza y apostando de lleno por su pobre corazón. Y así era, capaz de hacer amigos hasta en el infierno, sin nada en los bolsillos más que un puñado de sueños y promesas por cumplir.
No sabía si era juventud o mala suerte, su forma de ver el mundo. Parecía creer aún en las hadas, y en los ideales de caballería de antaño. Se sentía diferente al resto. Le gustaba alzar sus brazos al cielo en un día de tormenta, justo antes de romper a llover, y sentirse uno con la naturaleza. Le gustaba ser salvaje y malcriado en aquella perfecta sociedad. Gustaba pensar de sí mismo que era la excepción que conforma la regla.
Nunca se preocupaba por nada si no era por los demás, y desde siempre parecía condenado a sentirse un héroe trágico, marcado por el destino de un sino aciago. Pues a sus ojos no se le escapaban los matices de las antiguas magias que albergaba cada detalle, la magia de las palabras, la magia de contar historias. Y se emborrachaba de pasiones en medias tintas, poniendo todo su esfuerzo en ser él y en no morir, como morían los sueños allá donde iba.
Tenía un aire soñador en la mirada, de aquellas que levantan sonrisas, y sus labios esgrimían sus valores como un grito de guerra frente a la gente monótona y gris que se dedica a contemplar como pasa su vida, escondida en un caparazón. Desnudo en alma, vestía en carne un espíritu ardiente deseoso de libertad, quizá demasiado indomable, hasta para su propio cuerpo.
Quizá mucha gente recuerde sus cicatrices, quizá mucha otra sus gritos de guerra al viento, o sus aullidos a los ancestros. Quizá se recuerden sus promesas o sus silencios, o su relinchar sin freno. Pero ojalá, ojalá que alguien recuerde sus sueños, a menudo difuminados en el tiempo y entremezclados entre lágrimas y lluvia. Una lluvia que limpia las calles y los nuevos tiempos, desbrozando nuevos caminos por recorrer y explorar sobre el rocío temprano. Ojalá alguien recuerde sus sueños y tenga el valor para acompañarlo en alguna de sus locas cruzadas idealistas...
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Memorias de un montañés errante
Thơ caSomos un pueblo orgulloso, hijos de la montaña. Un pueblo seco que sólo pide agua y que no quiere ahogarse en pantanos. Un pueblo que no rebla ante las duras condiciones de vida. Un pueblo de emigrantes enamorados del mar, que mueren de amor tan lej...