Tierra trágame

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-¡MIERDAAA!- Grité con todas mis fuerzas.

Había tenido que leer el mensaje varias veces para creerme que de verdad esto estaba pasando. Por un momento me quedé estática, pero cuando comprendí lo que había hecho caí derrotada al suelo.

En la pantalla de mi móvil se podía ver una conversación, en la que mi último mensaje había sido la fotografía desnuda. Además de la contestación que ya sabéis, también se veía el nombre de la persona que había recibido la foto: Adam W. Tauson.

Mi jefe.

  "Ven mañana a mi despacho" Esas palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez. ¿Cómo podía ser tan estúpida? me lo merecía por ir paseando mi sexualidad por ahí como si nada, sin cuidado y sin medir las consecuencias.

<<¿Qué voy a hacer?>> Había enviado una foto erótica, en la que se veía claramente mi cara y mis tetas, a mi jefe. El mismo jefe que se pasea por la oficina sin mirar directamente a los becarios que no merecemos su atención, que nos trata como si no valiéramos nada, y que sólo nos dirige la palabra si es para echarnos una fuerte reprimenda. Y el mismo jefe que deja una estela de delicioso perfume caro a su paso, que derrite mi corazón con su mirada gélida, y que hace que mis bragas se desintegren cada vez que puedo estar cerca de él. Y por cerca me refiero a varios metros, él es como una divinidad en la oficina, inalcanzable para alguien como yo. Y ahora le había enviado una foto sugerente. <<Genial>> Pensé.

Me llevó todo el día asimilar lo que había hecho, y convencerme de que irme del país seguía sin ser una buena solución. Luego tuve que concienciarme de que no podía faltar mañana al trabajo. Sentí pánico. Si me despedían, adiós vida, hola de nuevo casa de papá y mamá.

Me puse a decidir qué podía ponerme mañana para ir a trabajar. Quería ropa que me hiciera parecer lo suficientemente seria y formal como para que la estúpida foto no pareciera importante. 

Esa ropa no existía.

Así que escogí una falda de tuvo gris, una blusa blanca y una americana. Con suerte no se lo habría tomado mal.

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Al día siguiente, me desperté con los ojos como platos. Desayuné y me dirigí al trabajo como una autómata, sin creerme la situación que estaba viviendo.

Cuando llegué al trabajo mis manos temblaban. No conseguí ni hacer la mitad de trabajo que haría normalmente, pero rehusaba a ir al despacho del jefe. Mantenía la esperanza de que se olvidara de mi y pudiera pasar desapercibida como siempre hacía.

Más de la mitad de la jornada había pasado, y yo estaba más relajada. No había habido ningún problema referido al jefe y a mis tetas. Todo iba perfecto.

Hasta que unos papeles golpearon violentamente contra mi mesa

-Rellena esto ya, deja de ser una inútil, hoy no has hecho nada- Me dijo el supervisor con la amabilidad que lo caracterizaba.

-Sí- accedí encantada de no tener ninguna otra noticia de mi superior

-Por cierto, el jefe quiere verte. Tienes que ser muy incompetente como para que él mismo se moleste en echarte-

-E-entendido- <<Mierda>>

Ya está, el final de mi libertad y mi vida acababa aquí, no sólo me echaría, sino que me caería la gran bronca del siglo por ser una niñata insolente y desvergonzada. 

Era el mejor día de mi vida.



Nota de la autora:

Para todas aquellas personas que estén leyendo esto y puedan ser jóvenes o inmaduras: NUNCA compartáis una foto sexual con nadie, ya sea vuestra pareja o un desconocido. En cuanto la envías dejas de tener control sobre ella y no podéis saber dónde va a acabar. Que esta historia no sirva de precedente a nadie para mandarlas.

El JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora