• 3 | Kedamono, el lobo

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Kedamono se encontraba sentado en el sillón, acurrucado con una pequeña manta debido a la extraña frialdad que hubo sentido la noche anterior

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Kedamono se encontraba sentado en el sillón, acurrucado con una pequeña manta debido a la extraña frialdad que hubo sentido la noche anterior. El frío era otra de las sensanciones que hacía mucho no experimentaba, podía dormir en el desierto —un lugar con una baja temperatura excesiva al anochecer— y no le ocurría nada debido a su pelaje.

No necesitaba de abrigos si era un lobo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué?

Y, para agregar, otro tipo de frío experimentó al recibir un rotundo rechazo de parte de Popee al no permitirle dormir en la cama, inclusive cuando opinó sobre dormir juntos.

Estaba molesto por su egoísmo. Y un Kedamono molesto no se ve todos los días.

—Al menos me dejó esto...—Observó con felicidad la manta.

Le alegraba el hecho de que por lo menos el humano se había percatado y preocupado por la temperatura y también por él. Parecía que después de todo si pensaba en él, casi inexistentes eran esas veces pero existían, eso era lo relevante.

No tenía ganas de levantarse aún, incluso sería capaz de pasarse todo el día sólo acurrucado y tal vez con un poco de pollo frito. Se acomodó entre la suave tela y suspiró con vagancia. Estaba a punto de cerrar sus ojos cuando recordó con temor lo que Popee le hubo dicho anoche. En ese instante se levantó y corrió hacia la habitación donde en teoría tendría que estar su amigo.

—¡Popee! —gritó con el corazón en la garganta y sus palabras quedaron en el aire al notar que no se encontraba nadie allí.

Su cuerpo comenzó a temblar y los nervios no tardaron en consumirlo. Con rapidez y el pensamiento del abandono de Popee invádiendolo revisó cada sector de la casa para no encontrar ninguna señal suya.

El enojo que pudo haber sentido y la supuesta preocupación que pensó que vendría de Popee se desvanecieron por completo y una inexplicable tristeza fue lo único que ahora permanecía en él.

—¿En verdad me dejaste solo? —tartamudeó mientras colocaba sus garritas entre sus dientes, mostrando un semblante bastante asustadizo.

Sabía con perfección que el humano nunca mentía con sus palabras y era de esperarse que no dudaría en marcharse como lo había mencionado. Sin embargo él se durmió como si nada con la esperanza de que la bondad existía en su amigo.

«¿Acaso esperaba algo más de él?» era el pensamiento de Kedamono. Ahora yacía en el umbral de la puerta, observando triste hacia el suelo, comprendiendo el temblor de su cuerpo al mirar sus patas. No sabía qué hacer en absoluto.

Y tampoco tardó en reaccionar. Tendría que dejar de depender de tal forma de Popee. Es decir, es mayor que él, ¡Popee debería ser el que lo obedezca!

—Entonces volveré por mi propia cuenta —refunfuñó con aire de superioridad. Él sabía cómo volver, era alguien con la edad suficiente para poder tomar sus propias decisiones.

Tomó el pomo de la puerta y la abrió. Pudo entender la razón del frío con el color del cielo, el clima empeoraría en cualquier instante. Más eso no le impidió su encaminada.

Un, dos, tres pasos. Doblar por una esquina y continuar. Allí lo vio, a lo lejos. No dudó en realizar su acción ciega.

—¡Popee! —gritó con emoción y lágrimas en dirección al rubio.

Todo semblante de alguien digno de su edad se desvaneció en cuestión de segundos.

Popee, por su parte, volteó confundido pero reconociendo de inmediato al único ser que lo llamaría y perseguiría de por vida. Una pequeña sonrisa inconciente adornó su rostro. Sin embargo, su orgullo no le permitiría tal cosa.

—¡Popee, espérame! —Jadeó con cansancio, intrigación era lo que sentía al ver cómo el nombrado continuaba su camino como si nada, alejándose otra vez.

«¿Por qué es así?» Pensó tomando grandes bocanadas de aire y rindiéndose con cada paso que daba.

Pero él no lo haría, era su deber perseguirlo no importaba qué.

Lo siguió y lo siguió por varios minutos. Las casas ya se habían desvanecido y el vacío del desierto otra vez reinaba como ambiente.

Kedamono aún no lograba alcanzarlo. Tal vez por el hecho que sus pasos disminuían la velocidad y sus párpados no cesaban de abrise y cerrarse con un ritmo menos constante.

El cansancio otra vez lo invadía. Cada vez parecía un ser normal cuando con claridad se sabía que él no lo era. Sus ojos se cerraron y el sueño lo derrotó sin importarle el hecho de que había dormido hace no más de quince minutos.

—Qué extraña sensación —La voz casi inaudible de Kedamono era lo único que resonaba en el tan inmenso desierto—. Es como si fuera un humano -supusó con una sonrisa—. Un lobo humano ja ja...

Cerró sus ojos y el mundo del sueño le dio la bienvenida otra vez. No le importó recostarse en medio de la arena. No le importó que Popee ahora regresaba a donde estaba él luego de notar que su persecución había dado una indefinida pausa. De todos modos, parecía que ya no era Kedamono, el lobo.

—¿Kedamono? —interrogó con absoluta confusión el cirquero una vez llegado a la ubicación del animal.

Ese no podía ser Kedamono.

¿Kedamono es un lobo, no?

Bueno, hola y bla, bla, bla (?)

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Bueno, hola y bla, bla, bla (?)

Ojalá el capítulo no haya quedado muy raro y que al menos se haya comprendido más o menos lo que sucederá en el siguiente.

¿Ya saben lo que sucederá, verdad?
Digo, es bastante obvio :^

🌸 Moeki 🌸

PD: Este capítulo parece sacado de la película de Shrek, creo que nadie entenderá el porqué :'D

Anormal 『PopKeda』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora