Habían trascurrido unas semanas desde su llegada, semanas que se volvieron eternas y pesadas, no existía noche en la que no pensara en la pelirroja pecosa que conoció aquella extraña ocasión. Cavilaba en ella con una frecuencia moderada, aunque la primera semana no fue así, la trajo en la cabeza casi todo el tiempo, recordaba claramente todos los gestos, cada palabra y cada acción que ambas ejecutaron en aquel encuentro, formando hipótesis de su vida o descubriendo señales que pasó por alto anteriormente. Con el pasar de los días esa asiduidad fue disminuyendo y de a poco la imagen nítida de la vampira fue tornándose borrosa y sombría, en tanto las palabras dichas se confundían con otras imaginadas por ella.
Esa tarde, por suerte, tenía dos compromiso que cumplir y saldría de su mansión, por ello se alistaba muy complacida. Uno de ellos y el que más feliz la ponía, era ir al aeropuerto a recibir a Ágata, quien por fin después de mucho papeleo ya estaba en camino a Rusia.
Bajo el aturdimiento y estrés que le provocó su primera salida decidió no andar sola por las desconocidas calles de san Petersburgo, debido a que nadie quiso darle un Tour por la ciudad optó por retomar su mayor pasión, durante el ocaso salía al hermoso jardín de rosas siempre vivas a derrochar su dotes artísticos. En el primer cuadro la pintó a ella, vagamente y difuminada en un paisaje confuso porque ya su mente no la recordaba pero en corazón estaba muy arraigada aun sin darse cuenta. En los siguientes lienzos se dedicó a pintar a óleo las flores que a pesar del frío estaban radiantes.
Lanzó un suspiro de alivio a su encierro, miró por la ventana para ser testigo de la fina cortina de nieve que se extendía afuera, sonrío alegremente y con la misma alegría alborotó con sus manos su dócil y manejable cabellera hasta que cada capa ligera y negra se acomodo perfectamente. Observó su rostro en el espejo, libre de todo maquillaje, limpio y refulgente. Con su habitual entusiasmo bajó las escaleras como un pequeño torbellino, tomó del perchero de acero que Ares le había mandado, su abrigo y se aventuró a su encuentro con Ágata, después se vería con los maestros de la tradición.
--- Señorita. --- La nombró su mayordomo.
Ella le dedicó una amplia y amigable sonrisa que el apagado hombre correspondió con una reverencia. Tras su acto de respeto le entregó las llaves de la motocicleta que la pelinegra acababa de comprar.
Mariah sonrío impaciente por estrenar su vehículo, ya se visualizaba abriéndose camino por las calles con el frío viento contra su rostro. Lo que más le divertía era la cara de susto que pondría Ágata al ver en que se desplazarían.
--- Gracias. --- Agradeció.
Le regaló una sonrisa más y partió con rumbo al aeropuerto.
La espera fue corta pero tortuosa, Mariah ya deseaba tener a alguien conocido con quien hablar y recorrer San Petersburgo, le emociona la idea de comenzar una nueva vida con la chica que consideraba una hermana, en un país distinto lleno de oportunidades para ambas y también deseaba contarle urgentemente lo que le sucedió con la pelirroja.
Por fin la visualizó en el hangar, con su semblante serio como siempre, tez blanca y maquillaje negro muy acentuado en los ojos. No lo pudo evitar y en cuanto la tuvo cerca la abrazó fuertemente.
--- Basta Mariah. --- Ordenó la chica con una sonrisa.
Acomodó su largo y lacio cabello negro que con la zarandeada de Mariah había acabado en su rostro, luego le sonrió entusiasmada, ella también estaba contenta de verla, pero no por eso iba a perder los estribos.
--- Démonos prisa. --- Le urgió Mariah.
--- ¿Por qué?
--- Tengo que reunirme en dos horas con los maestros de la tradición. --- Le explicó tomándola de la mano y llevándola como si fuera una cometa de papel por todo el aeropuerto.
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Victoria
FantasiaVictoria es una vampira de 300 años, poderosa, ambiciosa, letal y despiadada, pero en medio de su revolución contra los clanes que rige el mundo de las sombras se verá flaquear en varias ocasiones al intentar recuperar al amor que los siglos le h...