1. Solo otro chico normal.

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Había veces que duraba más, otras veces duraba menos, pero siempre era lo mismo. Carter se encontraba flotando en la inmensidad del espacio, no sabía por qué, solo que no debía estar ahí que había alguien más allá de donde podía ver la cual lo necesitaba. Ella lo necesitaba. Cerró los ojos y sintió la energía del cosmos fluir a su alrededor, abrió los brazos en un brusco movimiento que le hizo soltar lágrimas gracias a sus contraídos y atrofiados músculos los cuales no podían ya aguantar movimientos bruscos, Carter aspiró hondo y sintió como el aire fluía de nuevo en sus pulmones, lo había logrado, deseó que ella hubiese estado cerca de la onda expansiva y pudiese respirar, pero no era momentos de preocuparse por ello, utilizó la poca habilidad que tenía en entornos con poca gravedad para encararse a aquello que se encontraba frente a él, era una masa hecha de oscuridad pura que no podía ser atravesada ni por la luz del sol. Cerró los ojos, rezó (por primera vez en su vida) que todo terminara rápido y abrió los ojos. Carter miró con ojos decisivos al abismo...

Y éste le devolvió la mirada.

Carter abrió los ojos justo cuando su cara se embarró contra el suelo.

Carter era un chico normal, alto, delgado, moreno, uno fácilmente podría haber jurado haberlo visto más de mil veces en la calle, aun cuando él no salía de casa más que para lo mínimo e indispensable. Vivía en México, para ser más preciso en la ciudad de Torreón, Coahuila. Una ciudad normal.

La habitación de Carter era un sitio que no llamaba demasiado la atención, las paredes eran de un azul oscuro, estaban cubiertas de posters que dejaban ver imágenes de animes, bandas de rock y carteles de películas de ciencia ficción; en una de las esquinas de la habitación estaba la puerta corrediza de su armario, del otro lado estaba la puerta del pasillo que tenía las puertas de las habitaciones de su madre y hermana. Frente a él estaba la puerta del baño, al cual entró para limpiarse la sangre del brazo ya que se había cortado una basura que estaba en el suelo.

El color rojo de la sangre le traía recuerdos que no podía identificar, unos pequeños destellos aparecían en su memoria como vistazos de una vida que hacía mucho había perdido, parpadeó varias veces para deshacerse de esas imágenes que ya llevaban tiempo aquejándolo.

Una vez terminado de limpiarse la sangre y darse una rápida ducha Carter se dirigió a su armario, movió las hileras de ropa con cuidado por si todavía le quedaban rastros de sangre en la mano, una vez hubo dejado al descubierto un poster arrugado levantó del suelo un pequeño lápiz, le dio la vuelta al poster para dejar al descubierto una serie de líneas verticales y diagonales que llenaban la totalidad del papel, con cuidado trazó una línea en diagonal sobre otras cuatro y se tomó su tiempo para contar las líneas, trescientos sesenta y seis días habían pasado desde que todo empezó.

Hacía ya un año Carter se había despertado sudoroso y asustado en su cama, por unos segundos no pudo recordar quién era, de dónde provenía ni qué había estado haciendo en el último año, se había dirigido a su celular con la intención de llamar al único número que recordaba, pasaron y pasaron los segundos hasta que alguien atendió al teléfono.

- ¿Hola? -dijo la voz de una mujer, debía de ser ya una anciana.

-Si...hola -Carter se quedó callado unos segundos hasta que un nombre llegó a su mente- busco a Trish, ¿Está ella disponible?

- ¿Quién habla? -preguntó la mujer con desconfianza.

-Un amigo suyo de la escuela, quedé de hablar con ella hace un tiempo, pero no la he visto -mintió.

-Si...bueno, lamento decírtelo, pero Trish murió -respondió con voz ahogada la señora.

Carter no esperó a que dijera otra cosa, simplemente colgó y arrojó el teléfono a donde no pudiera verlo, no sabía quién era esa tal Trish ni por qué la había llamado, pero sabía que le dolía su muerte. Después de eso todo fue de mal en peor.

Diario de una Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora