La primera mujer que conoció fue la más importante de todas.
Era tan perfecta e inalcanzable que nunca se atrevió a cuestionar su posición como ser inferior a ella y se quedó admirándola desde la distancia, procuro siempre mantener su corazón alejado y en un nivel inferior al de ella. Era como una estrella, iluminando el camino que se había tornado en tinieblas, su altivez le hizo darse cuenta de su inferioridad y con su sonrisa salvo su vida; por alguna extraña razón que desconocía aún hoy en día, ella decidió caminar a su lado. Eran tiempos oscuros para todos, para él, incluso para ella pero lograba mantenerse como una incandescente estrella iluminando la noche; se sintió afortunado y egoísta por tenerla a su lado, negándose a compartirla con los demás individuos, que en su fuero interno era consiente, que también se mantenían en las negruras de la maldición conocida como Aincrad.Por supuesto, su fortuna no duró más allá de veintidós pisos de ese maquiavélico castillo de cuento de hadas. Para cuando quiso aferrarse a esa luminosa estrella, esta se había convertido en un cometa, un cometa con los colores rojos y blancos resaltándola, dejándolo de lado y envuelto nuevamente por la negrura de la noche. Sin oportunidad de hacer que iluminara su oscuro sendero, nuevamente vagó por la prisión en la que había sido confinado completamente solo, tratando infructuosamente de llenar el vacío que su cometa había dejado y encontrando experiencias amargas que marcaron su corazón de forma permanente, haciéndole odiar su existencia y la de ese cometa que lo alumbro durante tanto tiempo para después abandonarlo con una velocidad fuera de los parámetros marcados por ese juego de la muerte.
La segunda mujer que conoció fue quien más le hizo gracia de todas.
Era una pequeña y escurridiza caperucita, parecía compaginarse con el cometa que siempre lo acompañaba. Sin quererlo o planearlo ella era dulce y tierna con él. Nunca se aparecía en público, a menos que solo estuvieran él o, la entonces rata, Argo. Era inocente, sacaba las cosas más extrañas a colación, actuaba como una mimada con él y tenía un gran fanatismo por los pasteles y dulces, fanatismo que él adquirió y nunca cambio durante los 75 piso de Aincrad. Por sobre todas las cosas, ella le daba seguridad, seguridad para alejar sus miedos mediante un simple abrazo, seguridad al mostrar su ingenio cada vez que se metían en una quest, seguridad al estar siempre detrás de él pisándole los talones, no importaba qué situación se presentara sabía que si giraba su rostro la encontraría a su espalda dedicándole una mirada entre burlona y frustrada que solo hacia su mohín adorable.
Después de que ella lo abandonara; continúo comiendo dulces a la misma hora que lo hacía con ella todos los días, en cada piso al que arribaba buscaba las tiendas y restaurantes y escogía un lugar como lo hubiera hecho ella, con la esperanza de encontrarse a su saltarina y graciosa caperucita, sin admitir a nadie, ni a sí mismo, que guardaba tales esperanzas.
Más adelante se daría cuenta que esa caperucita se convirtió en su primer amor y su primera decepción amorosa.
La tercera mujer que conoció fue la más odiosa de todas.
La gran subcomandante siempre se la pasaba pululando alrededor de él, molestándolo y exigiéndole constantemente tontería tras tontería, lo irritaba y, secretamente, le encantaba. Pero lo que más sentía por esa mujer era molestia; le molestaba verla rodeada de admiradores, le molestaba que los caballeros de la sangre la hayan nombrado su subcomandante, le molestaba la forma en la que embelesaba a todos los idiotas en las reuniones estratégicas, le molestaba lo especial que lo hacía sentir cuando le dirigía la palabra. Él se negaba terminantemente a ser parte de esos idiotas, procurando siempre mantenerse lejos de ella; pero parecía que el destino se empeñaba en hacer que sus caminos coincidieran y eso solo lograba irritarlo más. Le irritaba mucho la sensación haber sido estafado cuando estaba con ella, cada vez que veía su brillante uniforme blanco le recordaba a la luz de su estrella, estrella que el destino le había arrebatado para dejar a esa subcomandante en su lugar. Recordaba todas las veces en las que él le había recomendado, medio en juego medio enserio, a su caperucita que se uniera a un gremio para que creciera mediante el trabajo en equipo, cada vez recibiendo una ferviente negación por parte de ella. Fue la primera vez que se sintió tan cálido puesto que alguien lo había preferido por encima de todas las cosas.
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Todas y cada una de sus mujeres
Fiksi PenggemarQuince fue el numero de mujeres que conoció a lo largo de su vida, todas tan distintas y a la vez tan similares. De alguna forma todas y cada una de ellas llegaron a marcarlo tomando una parte de su corazón de forma impertinente, embrujándolo hasta...