Volumen I
Inducción
Londres 1847
La lluvia... ¿De qué me sirve la inmortalidad? Siempre estaré condenado a controlar la bestia que hay en mi interior «Nada importa»
La lluvia resonaba en el castillo, el cielo estaba totalmente gris... era una de las pequeñas cosas que aún tenían sentido al menos en su mundo. Su fiel mayordomo estaba atento a los movimientos de su Lord, ya que parecía predispuesto a irse, lo cual le preocupaba mucho.
—Lord Frank, acaso ¿Ira al pueblo?
Frank quito su vista de la ventana, preparo las últimas cosas que sabía que debería llevar y respondió a la pregunta de su mayordomo.
—Si Bob, no quiero a Ray con sus discursos diciéndome que es lo que debo hacer.
—Disculpe mi intromisión pero ¿Lo acompaño?
—No, esos asuntos los tengo que arreglar por mi cuenta.
Frank se marchó como se había previsto, aunque a muchos si les preocuparía salir en esas condiciones pero él ya no tenía nada que perder, para su forma de pensar... él ya había perdido todo lo que realmente importaba.
«El destino siempre juega con tus emociones ¿Pruebas? ¿Castigos? O solo un capricho de la vida».
Después de unas horas él había terminado esa tediosa reunión con todos los mandatarios más importantes del pueblo, aunque detestara eso... en parte era su obligación. Sin embargo, al salir de la reunión miro a un chico de tés blanca y ojos color esmeralda que estaba bajo la lluvia, y por alguna razón llamo su atención.
—Despierta niño, que puedes morirte de una pulmonía... por lo tanto, es mejor que te vayas a tu casa
—Vivo aquí —respondió en voz baja—, lamento si he llegado a importunarle.
Él joven oculto su rostro entre sus piernas, de algún modo sentía algo de ''vergüenza'' al confesar que estaba viviendo en la calle. Pero para él Lord, eso era lo de menos, jamás juzgo a una persona por su estatus social o por su manera de vivir, así que tomo el rostro del joven para que no se ocultara en sí mismo.
—Dime ¿Qué edad tienes? ¿Y cuál es tu nombre?
—Tengo 19 años y mi nombre es Gerard... Way.
Uno de los que estaba también en la reunión, se sorprendió al ver que Frank aún estaba ahí, normalmente era un tipo que desaparecía cuando menos te lo esperabas.
—Me sorprende que aun estés aquí, pero vamos Frank deja a ese... —dijo Ray con un suspiro, pero fue interrumpido por Frank—.
—Cierra la boca Ray —murmuro—. Vendrás conmigo Gerard, vamos levántate de ahí.
Gerard subió lentamente al carruaje, pensó que quizás estaba cometiendo un gran error, pero esos ojos color avellana parecían tenerlo hipnotizado. Pasaron los segundos y sus manos comenzaron a temblar, Frank se dio cuenta de esto, y puso una de sus manos arriba de las del joven.
—Te aseguro que todo estará bien, deja de estar tan nervioso ¿De acuerdo?
El viaje estuvo en completo silencio, solo de vez en cuando él joven de ojos color esmeralda miraba a Frank, aunque ciertamente no podía mantener mucho la mirada. Después de un rato finalmente llegaron al castillo de aspecto deteriorado, que estaba lo más alejado del pueblo... si bien, la gente rumoraba que él Lord Frank era alguien demasiado misterioso, la gente solía preguntarse qué pasaba por la mente de ese hombre.