Desesperado

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~Capítulo 4~

[Pasado]

En mi vida yo siempre obtenía lo que quería, hacía lo que quería, follaba cuando me daba la gana y con quién deseaba en el momento, la hora y lugar que quería. Cada palabra salida de mi boca era una puta orden para todo aquel que la recibía y se cumplía al pie de la letra como mi maldita orden.

Todo era así, siempre fue así.

Hasta que ella llegó... La maldita castaña de ojos color miel que lograba descontrolar mi vida a como a ella se le antojaba. Mi maldito mundo estaba patas arriba desde que ella llegó y muchas veces la odiaba por eso, odiaba que descontrolara mi control, que alterara mis días, que me desafiara como siempre lo hacía y sí, odiaba que me hiciera desear más de ese puto desafío que solo ella podía darme.

Porque era la puta verdad.

White me desafiaba cada vez que quería y yo me había vuelto un maldito blando con ella, en lugar de hacerla a mi manera, de ponerla bajo mi sumisión, la alentaba a que me siguiera desafiando, a que siguiera tocando mis cojones y a que me enloqueciera de rabia cada vez que quería. Era un completo estúpido al permitir aquello, un maldito idiota que se estaba dejando cegar por el embrujo de esa chica a la que muchas veces llegué a considerar una bruja, y no precisamente por fea o mala, sino porque al final, con su rostro inocente y sus actitudes de guerrera me enloquecía a tal punto, que solo deseaba más, más y más de ella.

Pero saber que besó a otro.

Eso era una total mierda y no me importaba que ella lo haya hecho porque el hijo de puta se había hecho pasar por mí. El cobarde usó su parecido conmigo para llegar a ella, pero eso no me importaba, lo que me volvía loco era qué, ella no lo haya reconocido, me desesperaba saber que en cualquier momento el maldito regresaría por más y ella caería de nuevo.

Vi su dolor cuando la hice irse sin mí, su dolor cuando le recalqué que limpiara sus labios porque tenía el puto labial corrido a causa del beso, yo deseaba tomarla en esos momentos, deseaba besarla hasta que se ahogara y supiera reconocer mi boca, mi cuerpo y solo a mí, pero me conocía y sabía que mi manera de follarla iba a ser dura y a pesar de mi enojo, no quería dañarla, no quería ser rudo, porque en el fondo sabía que eso era nada en comparación a lo que yo había hecho, a lo que ella creía que había hecho. Tomarla de aquella manera dura, iba a ser solo para marcar mi territorio como un puto perro y yo no deseaba marcar más un territorio, deseaba mucho más que eso.

Quería marcar su alma, hacer su corazón solo mío hasta tal punto, que cuando yo no estuviera a su lado, ella no tuviese nada para nadie más, quería todo lo de ella para mí y tenía que lograr que me lo diese solo a mí, dejarla seca de cualquier sentimiento y adueñarme de ellos. Yo no quería sentir nada por ella, pero si necesitaba que ella sintiera todo por mí.

Así de jodido era.

Y durante tres semanas me alejé de ella, por simple capricho, por simple orgullo y si, por simple machismo; no quise volver al apartamento con ella, pero eso no significaba que la iba a descuidar, sus hombres y los míos se encargaban de cuidarla y me mantenían informado de todo. La evité en la universidad y también en el gimnasio, no me sentía preparado para hablar con ella, estaba esperando a que los sentimientos que se arremolinaban en mi interior se calmaran y de verdad no quería sentir lo que sentía, pero cada día se me estaba haciendo imposible ocultar una verdad que ya no podía ser ocultada.

Sabía a la perfección lo imbécil que era al actuar de esa manera, sobre todo cuando yo había hecho cosas peores, cuando le ocultaba cosas peores y más aún, cuando lo que ella hizo, había sido pensando en mí, creyéndome a mí; mi jodido subconsciente estaba seguro de eso, pero mis demonios interiores, me decían que solo quería creer eso para justificarla y cada noche se encargaban de recordármela, muy cerca de ese hijo de puta y aunque no la vi, también la soñaba besándolo y disfrutando de otra boca que no era la mía, de otras caricias que no eran las mías y cuando despertaba de esas pesadillas, siempre me atacaba la duda, la necesidad de saber si ese beso le había gustado más que los míos, pero no iba a averiguarlo, porque si la respuesta era que si, entonces estaba seguro que me iba a volver loco.

Corazón De Fuego® (Muestra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora