Prólogo

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  —Así que, ¿has oído? Max está de vuelta—. Marie miraba con una sonrisa amablemientras Emma cuidadosamente envolvía sus compras. 

Emma sintió que sucorazón daba un saltito con la noticia, aunque no era la primera vez que la habíaoído. Saber que el apuesto Dr. Cannon se había mudado de regreso a su casa parasiempre, después de diez años, lejos tenía a los chismes calientes de todas lasmujeres en tropel a través de su tienda. 

Marie Howard estaba allí para recoger un espejo de mano con hermosos azulejospintados a mano. Livia estaba allí, a pesar de que odiaba tanto a Emma como aBecky, porque era amiga de Marie. En lo que a Livia se refería, ellas erandirectamente responsables de su ruptura con Max.

 Livia Patterson era una de las bellezas de la ciudad y lo sabía. De huesos finos, conpiel de alabastro, tenía la cantidad correcta de colorete rosado en sus mejillas parahacer estallar su perfección de rubia pálida. Añade ojos azules del color de los nome-olvides,y una acumulación de alta, tenue constitución, y era la personificaciónde la rubia frágil. La mujer podía pelear como linebacker (En México se les llama "apoyadores". Posición defensiva en fútbol americano.) cuando llegara elmomento, podía gritar, y los murciélagos en kilómetros a la redonda caían muertosal suelo, pero hombre si no funcionaba toda la cosa de Penélope Pitstop (Personaje antiguo de ficción que salía en varios dibujos animados. Retratada como la típica "Damisela en apuros"), y loshombres caían en la trampa. Les encantaba toda esa basura de la flor delicada de lafeminidad que ella se las arreglaba para conseguir de forma tan impecable. No eraque Emma tuviera envidia ni nada. En realidad no. 

Los hombres miraban a Emma y veían feminidad resistente. Sus caderas estabanhechas para dar a luz, con ojos marrones claros y cabello castaño indefinido, concinco pies y dos pulgadas ( 3 1'52 metros, aproximadamente) Emma nunca, literalmente, sería capaz de hacerle frentea Livia. Añade el hecho de que la mayoría de la población pensaba que estaba enuna relación homosexual con Becky y su calendario social se quedaba tristemente vacío. 

—Al parecer, Max está pensando en hacerse cargo de la práctica del Dr. Brewster,él y Adrian serán socios—, susurró Livia. 

—Así que ¿Ya hablaste con él?— La expresión de Marie de cortés curiosidad nocuadraba con su tono de voz. Emma no se atrevió a mirarla muy de cerca, peropensó que Marie casi se estaba exasperando con su amiga. Todo el mundo sabía loduro que Livia había perseguido una vez a Max. ¿Tal vez pensaba que podíaencender ese viejo fuego quemante una vez más? 

—Sí, Max acaba de comprar la vieja casa de sus padres. No puedo esperar a llegarallí y re-decorar—. Emma prácticamente podía ver a Livia frotándose las manoscon anticipación. —Por supuesto, nada de esta tienda pegaría. No hay cosasverdaderamente artesanales. Quiero antigüedades genuinas, no imitaciones—. Lamirada despectiva de Livia recorrió la tienda, y a su propietaria, con igual burla. 

Cuando la espalda de Livia se volvió, Emma en un ataque de infantilismo, imitó ala rubia lo más cerca posible. Marie terminó ahogándose con un sorbo de témientras Emma ponía la mano en su cadera y decía las mismas palabras de Livia. 

—Por supuesto, todo el mundo sabe que Max nunca pondría un pie dentro deWallflowers. ¿Acaso siquiera sabe que existes, Emma? 

Emma golpeó el dedo en su barbilla, pensativa, mientras Livia se volvía hacia ella. 

—Sí, de hecho, creo que lo hace. Algo... algo que ver con... ponche. Con ponche decereza, si no recuerdo mal—. Ese había sido el incidente que había hecho romper aMax y a Livia; Becky había derramado ponche de cereza en todo el blanco vestidode fiesta de Livia, en represalia por algún comentario de Livia sobre Emma. Maxhabía, al parecer, tomado el lado de Emma y de Becky y había roto su relación conLivia. Livia había odiado a Emma y a Becky desde entonces. Emma estababastante segura de que Livia era la que mantenía vivo el rumor de que ellas eranuna pareja gay. 

La mirada en el rostro de la rubia estaba llena de odio hasta que lo suavizó, una vezmás siendo la fresca y delicada mujer que la mayoría en Halle conocía. Le sonrió aEmma con lástima. —Oí que Jimmy dejó la ciudad recientemente. Qué pasa,Emma, ¿No le gustaba compartirte con Becky? O tal vez ¿No pudo aceptar meterseen un ménage a trois? 

Emma le devolvió la sonrisa, ocultando el dolor por Jimmy con práctica facilidad.Ellos habían sabido antes de que él se fuera que su relación no estaba yendo aninguna parte, y no había sido culpa de Jimmy. 

—Así que ¿Has sido invitada a lafiesta de inauguración de la casa de Max?— A veces ayudaba tener amigos enlugares extraños; el mejor amigo de Max se había convertido en uno de sus mejoresartesanos y amigo más cercano. Él había hecho el espejo de Marie y habíasuministrado parte de las artesanías en vidrio que estaban en la pared de la tienda. 

Los ojos de Livia parpadearon; ella no sabía nada sobre la fiesta. Emmamentalmente apuntó un tanto en su marcador mental. En el lado negativo, Emmano había sido invitada tampoco, no era que hubiera esperado estarlo. 

—Esa fiesta se supone que es una sorpresa—. Livia movió su mano alegremente.Emma simplemente levantó una ceja divertida, sin dejarse engañar en lo másmínimo. —Oh, bien, esperemos que no le derrames los granos a Max. Oh, espera.¿Cuándo fue precisamente la última vez que hablaste con Max?— Livia sonriófríamente. 

Emma dio un aplauso en fingida aprobación. 

—Wow, Livia. Qué forma deexpresar tu yo interior de doce años. 

Rechinando sus dientes en una sonrisa falsa, Livia se dirigió a Marie. 

—Te esperaréafuera. La atmósfera aquí es tan empalagosa y dulce. Realmente no sé cómo puedessoportarla—. Salió afuera y se sentó en el banco que Emma y Becky habían puesto al frente, viéndose delicada y dulce mientras saludaba a sus amigos y conocidos. 

—Lo siento, Emma. Olvidé lo mucho que ella te disgusta.Emma se volvió y miró a la cara de disculpa de Marie. Sonrió. —No hay problema,Marie. Si en realidad ella viniera aquí a comprar algo me tomaría el gran placer decobrarle el doble. 

Marie se echó a reír mientras Becky asomaba la cabeza fuera a través de las cortinasde la habitación del fondo. 

— ¿Se ha montado la malvada bruja en su escoba ya? 

Emma hizo señas hacia el ventanal. 

—No del todo. Está volando en nuestro bancoen este momento. 

Becky cargó el espejo con un suspiro. 

—Aquí tienes, Marie. Esperemos que a ti y aJamie les guste. 

—Oh, estoy segura que lo hará—, dijo Marie, con los ojos pegados a la caja delespejo. 

Pagó, charlando tranquilamente con Becky y Emma, y luego salió de latienda con gesto alegre. Las dos mujeres podían verla dándole a Livia un momentodifícil mientras cruzaban la calle, pero rápidamente se perdieron de vista. 

—Así que Max está de vuelta en la ciudad—. Becky se apoyó contra el mostrador,obviamente, ocultando una sonrisa. 

—Sí. 

— ¿Harás una jugada por el Dr. Delicioso? Quiero decir, tuviste un flechazo con él,desde que, ¿la escuela primaria? 

— ¿Darle una mínima oportunidad? Tal veeeeez. 

Las dos mujeres se miraron y rieron, ambas sabían que Emma no tenía ningunaposibilidad en el infierno de captar la atención de Max Cannon. No lo había hechoen la escuela secundaria, y desde luego no había cambiado mucho desde entonces. 

¿Qué haría que un hombre como Max deseara a alguien como ella?   







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Serie Halle Pumas • 1. El WallflowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora