Capítulo 1

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  —Dios, es tan atractivo. 

Emma Carter miró por la ventana del frente del Wallflowers y vio el trasero másmagnífico que hubiera sido siempre su placer ver pasear por la calle. Ese traseroestaba encerrado en un par de ajustados pantalones de mezclilla, causando que másde una mujer enviara una oración de gracias al cielo por los fabricantes de losLevi's. La luz del sol brillaba en su dorada cabellera rubia, que rozaba sus hombrosanchos, del largo suficiente como para hacerse una rechoncha cola de caballo.Incluso bajo la voluminosa chaqueta de cuero se notaba que era musculoso, con sucuerpo siendo un templo para el dios de los esteroides. Y tenía los más brillantes,más claros ojos azules en el estado, no es que ella los hubiera mirado a menudo.Por lo general él los había enfocado sobre alguien más, como una de las mujereselegantes y hermosas que acudían a su alrededor todo el tiempo. Dios, era precioso.Su rostro era casi demasiado hermoso para ser real, lo único que empañaba superfección era una pequeña cicatriz justo a un lado de su nariz, apenas perceptible amenos que la buscaras. Cuando hablaba con ella, lo cual no había ocurrido en másaños de los que le importaba contar, Emma mantenía los ojos fijos en la cicatriz. 

Cuando el mejor trasero del mundo dobló la esquina, Emma y Becky se echaronhacia atrás con idénticos suspiros. 

—Todo lo que quiero para Navidad es un pedazo de eso —Becky suspiró de nuevo,con sus ojos verdes brillando de risa. Sus indomables rizos castaños bailaronalrededor de su cabeza en un abandono salvaje mientras ella sacudía todo el cuerpocomo un perro mojado. Becky era demasiado delgada, con huesos que semostraban en sus muñecas y tobillos, y si Emma no supiera a ciencia cierta quecomía como un caballo estaría preocupada de que fuera anoréxica. Pero había sidomaldecida con un metabolismo que se negaba a detenerse, lo que la obligaba acomer más que la mayoría de la gente para mantener su peso. Emma tenía elproblema contrario. Lo mejor que podría decirse acerca de su figura era que Marilyn Monroe había sido también talla doce. Sin importar lo que hiciera, Emmano podía bajar de peso. Ninguna envidiaba a la otra. 

— ¿Qué, ningún pedazo de Simon Holt? 

Becky se sonrojó. De cabello y ojos oscuros, pecaminosamente apuesto, Simonhabía aparecido en más de una de las fantasías borrachas de Becky. Emma pasóuna mano a través de su pelo. 

—En cuanto a mí, Max Cannon podría estar desnudo y atado con un lazo debajode mi árbol de Navidad y la primera cosa que probablemente diría es: "Hola, Edna,¿verdad? ¿Podrías desatar esto por favor? Tengo una cita esta noche". 

Ambas mujeres se miraron y rieron, luego volvieron al trabajo. 

Emma estaba tan orgullosa de lo que ella y Becky habían logrado. Amigas desde laescuela primaria, ambas mujeres habían sido retraídas. Los chicos no iban por larizada, demasiado delgada Becky Yaeger o por la rellenita, torpe Emma Carter.Sobre todo cuando había chicas como Livia Patterson y Belinda Campbell, ambashermosas, del tipo rubia animadora, alrededor. Por lo que tanto Becky comoEmma habían decidido ir a la universidad local para estudiar negocios, mientrasque la mayoría de las personas, incluyendo a Max y a Livia, habían optado porsalir del estado para ir a la universidad. Después de graduarse, Emma habíatomado la herencia de su abuela materna y la había usado para comprar el edificioen el que ahora se encontraba Wallflowers. 

Wallflowers era un negocio que atendía a las personas que disfrutaban de las cosashechas a mano, artesanías hechas pieza por pieza. Emma lo amaba. Su excéntricatienda tenía relojes cucú tallados a mano, cuadros, espejos antiguos, máscaras,placas... cualquier cosa que pudiera utilizarse para decorar una pared. A Becky se lehabía ocurrido la idea del negocio y lo había hablado con Emma en una larganoche de burritos y margaritas. 

Emma hizo una pausa para mirar alrededor de su salón. Una alfombra antiguacubría el suelo de madera dura. Un pequeño sofá victoriano cubierto de brocadocrema suave adornaba el centro del salón. Una mesa de café reina Ana en ricamadera de cerezo estaba delante de éste, un juego de té de plata estaba sobre lamisma. Dos sillas victorianas de la misma tela crema se enfrentaban al sofá,creando una pequeña y acogedora conversación en grupo que las dos mujeres, y unocasional cliente, usaban frecuentemente. 

Serie Halle Pumas • 1. El WallflowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora