Siempre he oído murmullos a mis espaldas, gente hipócrita hablandome de frente y murmurando a mis espaldas, ellos piensan que sus mentiras y habladurías quedan en el anonimato, pero todo siempre sale a la luz y me he enterado de cosas que hasta ni yo sabía que había hecho. A todo esto sólo puedo pensar, ¿Qué tan importante debo ser para ellos?
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Llamé a mi novio mientras iba en el transporte público. -Tengo nervios, no sé que esperar de mi primer día, cuando fui a examinarme y a dejar papelería no parecía que hubiera nadie nueva de mi carrera, qué tal si soy la única? Seré el bicho raro, lo sé.- Hablé con mi típico tono de voz fatalista.
-Tranquila, tú te adaptas bien, te acomodarás luego y harás muchos amigos como siempre lo haces. Te sales con la tuya en todo.- Dijo Mario con un tono burlón.
-Ay Marito, tú que me diste clases bien sabes lo muy imprudente que puedo ser al intentar socializar, qué tal si les caigo mal desde un comienzo por cómo soy? Ay no, voy pensando lo peor, éste no va a ser mi día, te lo aseguro y lo peor es que no te tengo a ti para que me apoyes.
-Ja, ja, ja, ja, tranquila, ya te dije, sé que lo harás de maravilla, cómo todo lo que haces. Sea como sea tu primer día, demuestra siempre lo lista y linda que eres. Te hablo al rato, tengo que alistar todo en mi salón para la primer clase.
-¡NO ME DEJES! Por favooooor!
-Lo siento amor, te llamo en cuanto pueda, te amo. *Colgó el teléfono*
"Genial" pensé, si bien no tenía el apoyo de mi novio en ese momento crítico tendría que ingeniármelas a mi modo, allí estaban, dos chicas de espaldas una con la otra, las observé un momento y dispuesta a hablarles, me acerqué disimuladamente y pensé un buen rato si sería prudente hablar hasta que me decidí a hablar.
-Me llamo Daphne Alejandra, pero me gusta que me digan Ale. ¿Cómo se llaman ustedes?
-Genial Ale, y tú, cómo te llamas?- Se dirigió a la muchacha tímida que estaba en medio de nosotrasd.
-Gabriela.- Respondió con una voz a medio escuchar.
-Ustedes están entrando a cuarto?- Ambas asintieron -De qué carrera son?- Tenía aunque sea la mínima esperanza que una de esas dos chicas estuviera conmigo.
-Magisterio, y tú? - Respondió Elena.
-Perito Contador. - Dijo Gabriela con timidez.
-Yo estoy en Secretariado Bilingüe. - Dije con una media sonrisa.
-Genial, es bueno tener amigas nuevas para empezar.- Dijo por último Elena cuando tocó el timbre. -Nos vemos luego tal vez durante el receso.
Nos despedimos y cada quién tomó caminos separados para llegar a su aula, la mía estaba en lo más recóndito del colegio. Me guiaron hasta el tercer nivel del establecimiento, allí se encontraban sólo dos grados de secretariado y algunos laboratorios que casi no se usan. Juro que sentía morir cuando entré al salón, esas escaleras para subir parecían eternas.
Resultó que era la única que había esperado al toque del timbre para entrar, todas estaban sentadas en un pupitre de forma elegante, y nadie se hablaba. Por un momento pensé que estaban castigadas, o estaba prohibido hablar en clase. Estaba demasiado inquieta por saber qué me esperaba ese día, sabía que no haríamos mayor cosa por ser el primer día pero como es mi costumbre esperaba lo peor. Despues de entrar una chica pequeña, rubia de ojos color miel, muy dulce me habló.
-Hola, me llamo Sofía, y tú?- Dijo en una voz algo chillona. Contuve la risa, me hizo pensar que realmente parecía una chica fresa. -Me llamo Daphne. - Respondí. Tuvimos una conversacion un poco corta pero me parecía que nos íbamos a llevar muy bien. Después de todo todas éramos nuevas alumnas, creo que al final por eso todas nos sentíamos fuera de lugar.
Entró nuestra maestra guía a darnos una inducción de lo que sería en sí nuestra carrera, fue algo aburrida y parecía eterna. Al terminar su charla motivacional o lo que fuera que haya dicho, nos informó que debíamos presentarnos en el patio central para una "plenaria" (como un acto cívico o una presentación).
Bajamos las escaleras y nos quedamos en la orilla buscando dónde acomodarnos, entre empujones y buscando un lugar donde pudiera ver mejor, levanté la mirada para ver qué había a mi alrededor.----- y lo vi -----
Un hombre joven, apuesto... tendría sus 20 y algo de años, recostado en un pilar viendo hacia el frente, todo serio y perdido en sus pensamientos, claro no era difícil adivinar que intentaba evitar esas miradas incómodas que recibía de todas las niñas. No creí que fuera estudiante y no quería creer que era un catedrático, no otra vez... No quería tener más problemas por esa fijación irracional hacia que llegaba a sentir por los profesores.
El acto fue increíble, se especializan en bailes teatrales, la presentación y preparación se notó y fue un espectáculo hermoso, nos explicaron como funcionaban las actividades extra curriculares con ellos y todo era acerca de como se preparaban para su presentación anual a nivel nacional, lo cual metía mucha presión y tiempo para que se prepararan para dar el show del año.
En el último momento empezaron a subir los profesores a la tarima, y uno por uno comenzó a presentarse. Todos gritaban con euforia, como si se tratara de algún famoso; nosotras nos ahorramos los gritos para nuestra maestra guía. Estaban por terminar y apareció él, en la tarima...
-Soy el profesor Ernesto González, imparto los cursos de matemática, química, física y matemática comercial.
Me horrorisé y me puse roja como tomate en cuestión de segundos... «¿Por qué a mí, Dios?»
Es tan difícil para mí disimular lo que siento o pienso que sabía iba a tener que tomar mi distancia, lo primero era que tenía ya a Mario, lo segundo era que no podía repetir el mismo martirio de estarme escondiendo y aunque suene muy emocionante mi papá es tan restrictivo que no me dejaba con las ganas de si quiera intentarlo.
Mi cabeza no dejaba de pensar en él pero sabía que tenía que reprimir cualquier impulso de idiotez. Íbamos caminando hacia la clase de regreso y como siempre distraída y torpe giré la esquina sin fijarme y me topé con una columna, pero no me di cuenta qué tan fuerte iba caminando que caí sentada. Me levanté algo molesta, pero era conmigo misma por no fijarme.
Mis compañeras me estaban preguntando si estaba bien. Levanté la mirada para cruzarme con esos ojos hermosos color miel, y su mano extendida frente a mí ofreciéndome ayuda para levantarme. Yo no me concidero alguien pequeña, pero al pararme a frente a él me sentí diminuta. -¿Se encuentra bien?- Me vio algo molesto y a la vez preocupado. -Si, lo siento, no me fijé por donde iba.- Estaba cayendo en cuenta que no había ninguna columna, realmente me había topado con él.
Me ayudó a ponerme de pie y siguió su camino sin decir otra palabra. Sofía se echó a reír y me dijo que no se imaginaba que yo tuviera tan mala vista. Me eché a reír también y me puse algo roja, me había dado pena no darme cuenta pero fue en un punto ciego en el que nos cruzamos y no esperaba que saliera de la nada. Sofía y yo en un solo día nos habíamos hecho buenas amigas.
Regresamos al salón a retomar el resto de clases que quedaban por tener y el día había pasado lento, parecía una eternidad, y de mi cabeza no salía su nombre y su rostro al cruzarse con el mío. De haber sabido que tal tentación iba a estar tan cerca de mi alcance no hubiera dejado que mi papá me metiera en este colegio. Según él al ponerme en una carrera solo de mujeres no iba a tener oportunidad de tener amigos hombres. Creo que no consideró a los profesores como una posible amenaza.
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#NoCreas Todo lo que Dicen
Teen FictionEnamorarse de joven es algo complicado, más cuando es prohibido.