Ahí estábamos, con la chica atada a una silla, obviamente drogada por la expresión de idiota en su rostro, y los otros tres apuntándose con sus pistolas, como en cadena. Nunca pensé involucrarme en un asunto como aquel... Oh, pero ustedes no estuvieron desde el inicio, y no tienen idea de qué demonios estoy hablando. Permítanme entonces, empezar desde...
EL INICIO
Mi nombre es Hiroshi, y alguna vez estuve internado en una clínica para suicidas. ¿Soy sincero? Era una porquería. Mala comida, malas camas, malos doctores y malos pacientes. Fácilmente se pudo confundir el purgatorio con ese lugar de mierda.
Ahora bien, no nos salgamos del tema. Había una peculiaridad en dicha clínica, y era que rehabilitaban a los pacientes de sus instintos suicidas mediante una terapia. Ya sabrán, la típica mierda de aceptación y amor hacia uno mismo. Sin embargo, esté o no curado, un paciente debe abandonar la clínica después de tres años ahí. Es cuando viene lo curioso. Yo llevaba cinco años ya internado.
Esto es porque el gobierno le impide a la clínica liberar a sus pacientes si no es bajo la supervisión de familiares responsables. No amigos, no conocidos, tienen que compartir cierto lazo sanguíneo o legal para que puedan otorgarle la custodia del paciente. Se hace esto, pues en este país tan tradicional y de buenos valores, se trata de mantener los lazos familiares y que, de esta forma, los ex suicidas no reincidan.
Aquí es donde entro yo, y es que mi familia se negó a tomar mi custodia. La única persona que podía cuidar de mí se negó rotundamente a hacerlo tras saber que estaba en este lugar. Para variar, ni siquiera estaba enterado de que yo seguía existiendo. Por lo mismo, no me podían liberar, aun cuando iba en contra de las políticas del hospital y contra los principios de la terapia.
Pero un día, obviamente eso debía cambiar.
Me encontraba yo en la oficina del decano del hospital, sentado en aquel incómodo sillón de piel —si es que era piel real, pues a mi parecer siempre se sintió muy plástica—, esperando al calvo aquel a que apareciera. Odiaba ir a su oficina por tres razones. Una, por ese estúpido sillón chirriante; dos, porque siempre tardaba una eternidad entre la hora en la que me citaba y la hora en que llegaba; y tres, porque siempre que lo hacía, era porque me iba a regañar de algo, algo estúpido seguramente.
Tardó, como siempre, mucho tiempo en aparecerse, ese calvo del doctor Hayashibara. Cuando lo hizo, me lanzó una mirada extraña. No era la misma mirada de hartazgo de siempre, sino una complacida. Incluso tenía dibujada una sonrisa satisfactoria en su rostro.
—Bien, joven Harada —empezó con su voz rasposa, mientras se sentaba en su silla de cuero, la cual no chirriaba como la que yo tenía—, hoy le tengo un anuncio muy grato para usted, y para mí —puso en especial énfasis en ese último "para mí".
—Bien, ¿qué es? ¿El gobierno le ha otorgado una orden para lanzarme a la calle?
—No. Claro que no. Al contrario, por fin localizamos a un familiar suyo, y por consiguiente podrá irse de aquí.
Una mirada de satisfacción se dibujó en su estúpida cara, mientras una de confusión se dibujaba en la mía.
— ¿Un familiar? Pero, nadie de mi familia quiso cuidarme.
—Así es, se hizo llamar... Yoshiro —el nombre me sonó de repente, y arqueando una ceja le volví a preguntar.
— ¿Yoshiro? ¿Shiraoka Yoshiro? —le pregunté, a lo que el calvo asintió— Pero, a él no lo he visto por años.
—Lo sabemos, y de hecho no podíamos creer que de verdad fuera él. ¿En serio eres hermanastro de un Shiraoka? —el tono de admiración del doctor calvo era increíble, como si le estuviera hablando al hermano del mesías o algo así.
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狂気 Kyoki
Mystery / ThrillerKyoky 狂気 es una novela de corte criminal, donde nuestro narrador será Hiroshi, un ex-suicida que realmente nunca tuvo la intención de morir en primer lugar. Tras pasar cinco años en una clínica de rehabilitación, es encontrado por su hermanastro Yos...