Segundo Capítulo

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Segundo Capítulo

La noche cae sobre el pueblo de una forma paulatina, el cielo se llena de tonalidades que me recuerdan a las mejillas de la pequeña Cora. Todo en este pueblo me recuerda a ella.

Mi llegada es una de las cosas más estúpidas que he hecho, pero pensar en ella siendo educada tal y como quieren en el pueblo me enferma, me enferma que la mantengan pura hasta el matrimonio, me enferman los castigos impartidos. Me enferma la idea de que no sea mía.

Todo este pueblo me enferma.

Me encuentro muy alejado de la colonial casa de mis padres, fumando un cigarrillo mientras escucho a mi hermana caminar detrás mía.

– Estás loco Zayn, ¿sabes en qué te estás metiendo? —Tiene un rosario en sus manos y la mirada dura en mi— ¡Santo cielo! Te deberías de haber quedado fuera del pueblo, lejos de todo. Mamá se enterará de que has estudiado economía, que la ropa de macarra que llevas es tu identidad y de que además fumas. Papá te va a castigar.

Paro su retahíla con un movimiento de manos.

– Tu me llamaste, tu me dijiste que tenía que venir. Tú y solo tú. Y he venido solo por ti.

Segunda mentira.

– ¡Zayn no hagas como si solo hubieses venido porque yo te lo pedí!

Trago saliva de tal manera que mi nuez de Adán es sacudida, mis puños se cierran y mis ojos se abren. Lo sabe, sabe de mi pequeña destrucción con suave piel de melocotón y puro andar. No puedo detener la bilis que se hace paso por mi garganta .

– Zayn, no sé por qué has venido, no quiero saberlo. Eres un pájaro libre que ha entrado en su jaula por su propia cuenta.

Suspiro.

– ¿Tantas cosas han cambiado desde mi marcha?

No respondió, simplemente dejó que el silencio lo hiciese por ella. Recibimos aquel silencio como un viejo amigo y dejamos que nos abrace. Nos quedamos mirando a la nada sumidos en nuestros pensamientos, yo evocaba mis antiguos fantasmas del pueblo, esos recuerdos que como la niebla se esfumaban con el paso de los años, y mi hermana sujetaba el rosario mirando a las estrellas.

En menos de cuarenta minutos y dos chicles de menta —para quitar aquel olor pecaminoso del tabaco— nos encontrábamos en casa, en el salón estaban mis padres sentados en sus sillones, con la misma posición de siempre y el canal televisivo de siempre: me recordé a mi, llegando después de las seis a casa y viendo esta escena. Siempre guardando apariencia.

– Tomad asiento los dos. —Mi padre tomó una pausa— Tienes que explicarnos muchas cosas Zayn. Demasiadas diría yo. Creo que como familia merecíamos una llamada y que pasases aquí festivos y vacaciones.

– La universidad me tenía liado papá.

– ¡A mí no me interesa eso! ¡Me interesa saber por qué vienes vestido como un macarra! ¿¡Dónde está la educación que te hemos dado!? ¿¡Santificas si quiera la comida!? ¡Zayn Javadd Malik, yo crié a un cristiano ejemplar, no a un niñato con cara de haber ido a la cárcel!

Cuando mi madre se calla tiene la cara roja y yo estoy en mi sitio, mirando como se le acaba de ir el juicio. Se levanta despacio y viene hacia mi, un sonido estruendoso rompe el silencio incómodo que se había asentado en el salón de mi casa y cuando el dolor llega a mi cara sé lo que acaba de pasar.

Mi madre me acaba de pegar un bofetón.

– Espero que con eso aprendas que clase de persona crié.

Lo siguiente que se escucha es mi risa, no es una risa estruendosa sino más bien una hipócrita, mi hermana me mira con los ojos abiertos y mi padre severo.

– Creo que ya tengo edad suficiente como para hacer lo que quiera y desde luego no voy a dejar que controles mi vida. Y ahora, si me disculpan, me iré a mi casa a dormir. Un placer mamá.

Lo último que el ruido de mi moto me permite oír es a mi madre, preguntando qué casa.
Ciertamente mi casa no se encontraba en el pueblo, más bien a las afueras, casi a media hora del pueblo, pero iría todos los días, bien entrada la mañana al pueblo.

* * *

Me encuentro en el supermercado del pueblo a dos días de la discusión con mi madre, son las ocho de la mañana pero llevo despierto desde las seis. Me había despertado el delirio de la piel contra la piel en una bruma agonizante mientras los ojitos puros de Cora me miraban con esmero. De reojo veo a la abuela de mi pequeña susodicha y a mí madre conversar, sin poder evitarlo voy hacia ellas.

– Mamá, Señora Hampton.

Abrazo a mi madre y sonrío, teníamos que guardar las apariencias, por supuesto. Vivíamos de ellas.

– ¡Oh joven Malik, justo estábamos hablando de ti! —La señora Hampton me habla entusiasta mientras mi madre me abraza.— Tu madre y yo recordábamos cuando tocabas el piano en la capilla, siempre tuviste un gran esmero en ello.

Lo que decía era cierto, el piano me relajaba muchísimo y tocarlo frente a toda la comunidad me hacía feliz en aquel entonces.

– La Señora Hampton te quiere pedir un favor hijo.

– ¡Obviamente si no es mucho molestar joven! Entendería que dijeses que no.

– Si puedo ayudarla lo haré Señora.

– Me encantaría que enseñase a mi nieta Cora a tocarlo.

Tardé más en aceptar dar clases de piano que en estar en su casa, a la espera de que la pequeña Cora, mi Serafín*, me abriese la puerta, para comenzar con aquellas clases.

Cuando la abrió, en unos pequeños pantalones y blusa de tiros, pensando que era su abuela me pude quedar sin respiración. Aquella belleza inusual de mejillas rojas me sonrió de manera confidencial, sabiendo ciertamente que no estaba presentable para que la viese un hombre y menos yo, que ante tal nínfula me sentía debilitado, consumido en el deseo de sus labios.

nota de autora

*Serafín: En algunas religiones, ángel que está junto al trono de Dios y que tiene un grado superior al de los querubines. Es decir, con esta palabra quiero expresar que para Zayn, Cora es el mayor ángel visto.
—naya.

lamb of God » z.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora