1-. Cargándose la boda

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Narradora

Un joven corría por las transitadas calles de Tokio a toda velocidad. Su corazón palpitaba muy deprisa, oprimiendo su pecho mientras él se limitaba a correr más rápido y esquivar a los transeúntes mientras rogaba:

- Por favor, que no sea tarde por favor

Poco le importaba que la gente parase a mirarlo con cara de odio, aquél barrio era demasiado refinado para él, lo sabía, lo sabía sin haberse fijado en todos los escaparates de tiendas con precios desorbitados o en todas las personas con trajes lujosos y vestidos de la última temporada que había tenido que adelantar.

Los oídos le pitaban y no era por el sonido de los coches que estaban en la carretera, si no por su corazón, latía con tanta velocidad que sentía los latidos sobre su pecho mientras retumbaban en sus oídos.

- Que no sea tarde 

Torció la calle y corrió un poco más notando que pronto llegaría a un plaza, y no a una plaza cualquiera, a una preciosa con todas las fachadas de color blanco, el suelo empedrado y una bonita iglesia en el centro, su destino.

Se paró un momento a admirar el paisaje, a mirarlo detalladamente. ¿Sería ahí? Nada de aquel lugar le sonaba, pero, en cuanto vio una limusina blanca aparcada a la entrada de la iglesia lo supo. Era allí, de eso no había duda.

Terminó su ajetreado camino con un último sprint a su destino. 

Abrió la puerta y se sorprendió de lo que vio.

Una hermosa mujer, la novia, iba vestida de blanco con un perfecto vestido estilo griego que le llegaba hasta los pies y tenía un escote que quedaba descubierta su espalda. Llevaba un pequeño ramo en la mano, y un velo en la cabeza que cubría la preciosa trenza de pelo negro y largo.

Estaba espectacular. 

A su lado, un hombre trajeado de color negro y una corbata azul que hacía juego con sus ojos, esos mismo ojos que odiaba con todo su ser.

Justo delante de ellos, un párroco iniciaba la ceremonia de matrimonio.

Si, había llegado a tiempo.

Decidió entrar y se sentó en las bancas de atrás mientras repasaba su plan.

- No puedo creer que mi Kagome se casa con ese...ese...- la anciana suspiró- me olvidé de su nombre otra vez...

El chico miró a la anciana asombrado, ¡la conocía! ¡Era la abuela de Kagome!

- Señora, ¿se acuerda de mí? - preguntó

La anciana lo miró de arriba a abajo detallando toda su anatomía.

Un joven alto, delgado, con los ojos dorados, el pelo plateado y largo... unas manos grandes...

- ¿Como no? Das los mejores masajes en la espalda del mundo  - contestó haciendo que el otro soltara una risilla- Inuyasha, ¿Qué haces aquí?

- Una locura...- contestó- un completa locura

- ... si alguien tiene algo que decir, que hable ahora o calle para siempre 

Sus nervios se crisparon

- ¡Yo! - gritó desde el fondo

Lo había hecho sin pensar, eso no le gustaba mucho a Kagome debía empezar a seguir su plan- Yo me opongo

Se levantó notando la mirada de todos los presentes, no llevaba la ropa adecuada para una boda, su camisa roja y sus vaqueros no eran nada elegantes, ni hablar de sus zapatillas, tan cómodas como viejas.

El Malo (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora