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Aquella noche, ella se encontraba ahí conmigo, a pesar de la gran oscuridad que nos invadía, podía ver sus pupilas delatarse delante de a otra vez del brillo de las farolas. Cada uno de sus rasgos, su piel tan hermosa, sus labios del tamaño promedio de una fresa.
Amaba cada parte de ella, con nunca jamas lo había hecho, amaba la manera en que emanaba su cariño sobre mi, amaba la manera en que sonreía.
Sus hoyuelos que la adornaban, como unas pequeñas montañas invertidas que traia consigo siempre.

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