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uando salí del automóvil, la brisa del aire helado hizo que mi piel se enchinara. Después de un largo viaje de auto, llegamos a Anchorage, Alaska. Seriamos mi madre, mi padre y mi hermana pequeña, Autumn. Nuestra nueva “casa” era la única que se encontraba por la carretera, dándonos una vista de la carretera y un bosque repleto de nieve.

La casa no tenía nada fuera de lo común. Era café con un techo que diría yo que era originalmente negro, pero ahora estaba completamente blanco por la nieve.

-¡Mira Audrey, hay que jugar con la nieve! –grito Autumn, con un puño de nieve en la mano.

La condición en la que Autumn se encontraba no le permitía jugar en la nieve por estos momentos. La semana pasada, se desmayó en la escuela. Y antier, ha estado con faltas de fuerzas e incluso revolvió el estómago, pero me ha pedido no decirle ni una sola palabra de aquello a nuestros padres. La verdad, es que no se ni como accedí a aquello. Autumn podía estar padeciendo de una enfermedad y yo solo estoy aquí, ocultándoselo, además de que mis padres me habían puesto al pendiente de ella mientras ellos no se encontraban en casa.

-No puedes estar afuera ahora, Autumn. Esta demasiado frio.

Ella se veía demasiado tierna con su gorro rosado que le llegaba hasta casi taparle los ojos, y su melena rubia caía por ambos lados. Tenía una chaqueta extremadamente gorda, y rosa con unas botas moradas y pantalones morados. La gente dice que nos parecemos mucho, solo en cabello y ojos. Nuestro cabello es rubio y los ojos son azules.

Cuando escucho esas palabras salir de mi boca, sus ojos se aguadaron y tiro la bola de nieve al suelo de nuevo, dando grandes zancadas hasta llegar a las escaleras de la nueva casa.

Genial, ahora me sentía aún más culpable.

Al estar ya en mi nueva cama, pude sentir más comodidad. Aun así se sentía un poco el frio de afuera, pero le daba un toque especial. Estaba a punto de quedarme dormida, cuando escuche un ruido proveniente de la ventana de la habitación. Decidí pararme  observar que fue aquel ruido. No esperaba que fuera un chico extremadamente guapo con un descapotable –es decir, estamos en Alaska– y un ramo de flores a la madrugada.

Al observar fijamente por la cortina algo transparente del balcón, solo pude ver lo que  era un ave caída en el piso. Oh, Dios,  pensé. Tome la bata más gruesa que estaba en el perchero y me tape bien.

Cuando lo abrí, había un cuervo tirado en el piso, no se movía. Al hacer tacto con sus plumas con mi mano, note que él estaba congelado. Pude notar que tenía una quemadura con una cruz en su ala, nada grave a mi vista pero se notaba fácilmente. Segundos después, el reacciono, liberándose de mi agarre y saliendo volando de nuevo por donde vino, proviniéndome un gran susto.

Desperté por la mañana sin ánimos de hacer algo. El frio era aún peor que el del día de ayer. Probablemente porque son las cinco de la mañana.

-Audrey, mama dice que bajes a desayunar. –Autumn apareció en el marco de la puerta, con su osito de peluche en la mano y su pijama de mariposas puesta.

Yo solo asentí con la cabeza y ella desapareció por el pasillo. Salí de la cama, sin ganas, y toque el frio suelo con mis pies descalzos, y mi piel se erizo al sentir el contacto de estos con el suelo. Me coloque unos calcetines y baje al comedor.

La cabeza de Autumn estaba a punto de caer en su tazón de cereal, pero ella reacciono antes de que eso sucediera y me observo con una ligera sonrisa y ojeras en sus ojos. ¿Pero qué…? Era muy pequeña para sufrir de ojeras.

Tome asiento a su lado y mi madre dejo otro tazon de cereal.

-¿No dormiste, Autunm?

-Si, si dormí. –respondió.

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