Estoy soplando besos de papel al aire, los veo volar por las montañas interminables de miserias, que rodean mi cuerpo seco ¿Qué incierto destino me esperará mañana en esta ciudad maldita? A mis 70 años, estoy solo, embargado de penas, hambriento por dentro y por fuera, perdida la casa donde me cobijé una vida, sólo me queda una nada oscura y siniestra como única posesión.
Recorro lentamente las calles solitarias, el hambre se aferra a mis entrañas, lacerando mis intestinos con una saña abismal. Me mantengo en pie, firme, tengo la misión de buscar mi vida: los sueños perdidos, los perfumes evaporados, las alegrías dispersas por el confín del Universo, todo lo que poseí y sé que existió.
A lo lejos, entre las baldosas grises de la calle distingo un nombre, está pegado al suelo, cabizbajo, oculto entre el suelo y la historia. Intento en vano despegarlo, se arruga, sigo tirando con fuerza, y en una esquina un doblez me muestra su rostro, es Julia. Julia, Julia, qué hermoso nombre. Mis recuerdos se hicieron astillas hace tanto tiempo, los encuentro clavados en mi corazón, y en una de ellas percibo el aroma de un cuerpo atado al mío durante años, siglos tal vez. Shhh… quizá mis sueños me están jugando malas pasadas, y ese nombre es sólo uno más entre tantos que se adhirieron a mi piel… Elisa, Salma, Eva, Julia.
El viento me hace retroceder, el nombre crece en mi pecho por momentos, sí eres tú, flor de primavera, Julia.
La recuerdo en nuestro lecho, embutida en gasas vaporosas emanando ese olor a almizcle y azahar. La fragancia me excita y por unos segundos la veo… Julia… los labios rojos entreabiertos besando mi torso desnudo, los ojos inmensos, negros, cerrados a la espera de la caricia suprema, el pelo castaño, serpenteante por todo mi cuerpo, sus suspiros de amor y los míos empaquetados, atados con una cinta de raso de amor y lujuria, y sus ahogos y gritos pausados, y nuestras lenguas abrazadas en un beso de papel continuo, y mis manos perdidas en sus valles. Cuánta pasión, cuánto delirio, cuántos te quiero convertidos en fuego líquido, y yo dentro de ella, y ella dentro de mi alma…, Julia…
Sigo tirando del papel, el nombre se quiebra entre mis dedos, una racha de viento me lo roba y lo eleva por los aires, sube alto, alto, el nombre enloquece con mis besos de papel y el brillo plateado de la luna.
Julia, recuerdo tu partida un día otoñal de frío y muerte. El auto en el que viajábamos se salió de la carretera después de volar por los aires, nuestras cabezas dieron vueltas y vueltas y… entonces abrí los ojos y observé tus labios rojos, entreabiertos en una sonrisa exánime, tus pupilas yacían ocultas de las mías para siempre. Tu esencia se volatilizó ante mis ojos y la culpa taladró mi hipotálamo. Grité a lo ancho, nada. Mis sollozos se abrieron a un cielo oscuro desconcertante, ¿vacío?
Te añoro tanto, amor. Te quiero tanto aún. Si pudiese volver atrás en el tiempo y evitar tu muerte, si hubiese podido ralentizar mi paso por aquellas peligrosas curvas.
El viento ya no me trae tu fragancia, sino el olor del adiós. Lo he perdido todo. Sin ti, mi vida no tiene sentido; alguien me da una palmadita en la espalda, —Eh abuelo, ¿quieres comer algo? Estás esquelético— me dice. Un suspiro ahogado se oye, y mis ojos azules se pierden en unos negros pozos de café. Miento, —No tengo hambre— susurro entre dientes. Mis raíces cansadas me guían a mi hogar: Un portal vacío preñado de pesadillas. Me recuesto en la helada acera, envuelto en papeles de embalar. Sólo quiero morir y reencontrarte.
El olor a flores vuelve a tocar mi nariz con caricias etéreas, abro la puerta y le dejo entrar, estoy ansioso de que llegue a la antesala de mi corazón para verte, y escuchar tu voz, suave, dulce. Una luz cegadora ciñe mi seco cuerpo con sus brazos, y caigo, caigo en la oquedad profunda de las entrañas de la muerte, y por primera vez sonrío, allí está tu nombre Julia, pegado con pegamento de contacto a la nada…, tus ojos negros se posan en los dolientes míos ¡tengo miedo! mis párpados se cierran, la oscuridad me envuelve ¡Tengo miedo, Julia, de perderte para siempre! grito tu nombre: —Julia—El tiempo se detiene. Tu voz resuena en mi interior dulce, extraña, tuya —Te quiero — La muerte abre mis ojos de par en par, el miedo se disipa, y te descubro a mi lado translúcida, bella
—Te quiero, Julia—