Las crónicas de Morgan Jenkins: El Hechicero Negro

Capítulo 3: Donde Morgan va a la corte de la reina

-Esto ya es inaceptable- murmuraba el tío Sulliman, desde que Morgan recordaba, ese hombre siempre se metía en su vida, era peor que su abuela materna, quien ahora lloraba a moco tendido mientras Sophie le explicaba que Morgan no moriría por una simple explosión. 

Mentía. 

Y Morgan se daba cuenta de ello mientras sus veinte primos revoloteaban por todo el castillo ambulante, el más pequeño le estaba arrojando a Cálcifer pequeños trocitos de pastel, ni su flamante amigo ni el mago Morgan pensaban en lo que había pasado aquella tarde, ambos sabían bien que estuvieron al borde de la muerte, no como en otras ocasiones donde Calcifer casi se extinguía y él quedaba inconsciente por varios minutos... No, esta vez Morgan había rebasado los límites, podría decirse que había tocado el manto plata que separa lo vivo de lo muerto. 

-Debemos ir a buscar a Marcel- dijo Letty en voz alta -Obligarlo a que retire la maldición- Inmediatamente el Mago Sulliman hizo una expresión de espanto. 

-Marcel es más viejo y poderoso que todos los presentes- declaró Howl -Además nos matará antes de poder acercarnos a su reino.- Sophie le gritó a su esposo sobre su creciente cobardía mientras Michael FIsher y su esposa murmuraban por lo bajo sobre los problemas reales de la reina. Al parecer cosas extrañas estaban sucediendo más allá de Ingary y los Sultanatos, en los antiguos bosques y colinas donde antes habitaban gnomos y elfos, la gente comenzaba a avistar seres que desde hacía milenios se consideraban perdidos; La condesa Arabella Thomson que iba a desposarse con un Lord de tierras lejanas, había dicho que vio a una procesión de árboles gigantes emigrar al sur; por su parte, la princesa Tim Park, del reino vecino contó que un día se presentó a su corte un elfo acompañado de un hada, pocos le creían, pero esos pocos aumentaron cuando a estos acontecimientos se sumaron otros rumores, como el de las antiguas minas de Tot cerradas hacía milenios, habían vuelto a funcionar de un día para otro, coloreando los cielos más allá del páramo de color gris. 

La gente decía que las antiguas leyendas habían despertado, pero ninguno tenía idea de por qué. Morgan era de los muchachos que se imaginaba el mejor panorama posible y sin embargo el instinto de mago se agitaba al pensar en los antiguos bosques. De ahí venía la magia y si su padre tenía razón, cosas más poderosas se escondían entre los árboles y la bruma. 

-Yo que tu no me preocuparía tanto- dijo Cálcifer luego de huir de su chimenea cuando uno de los niños quiso lanzarle un chorro de agua como juego. Morgan le hizo una señal para que mantuviera el silencio -No deberías de espiar las conversaciones ajenas. No eres más que un cotilla- Morgan lo ignoró y siguió escuchando. Sí, era un cotilla pero sin duda toda su familia también lo era. 

-No hacen más que echarse el paquete- dijo Morgan completamente aburrido -Al final nadie hará algo para quitarme la maldición. 

-Las maldiciones entre magos son difíciles de quitar, aunque hay varias formas, un sacrificio, un beso de amor...- Morgan se encogió de hombros. 

-No creo que nada de eso me ayude- al parecer el hijo mayor sí te destinaba a tener mala pata. Lo comprobó cuando la puerta del castillo retumbó con fuerza. Las palabras "Abran en nombre de la reina" fueron suficientes para que Howl gritara que debían de huir. Sophie resopló furiosa y con una sonrisa falsa abrió la puerta a los guardias de palacio. 

-Lo siento señores, mi marido se encuentra indispuesto- Morgan levantó una ceja mientras veía a su padre recostado en el sofá tratando de recuperar el aliento por la sobrecarga de emociones a las que era sometido. Los guardias hicieron una seña negativa. 

-En realidad, la reina solicita la presencia de Morgan Pendragon- Antes de que Sophie dijera algo para negarse los guardias prosiguieron sus amenazas -Detallando que es asunto de vida o muerte. Bajo pena de prisión, se obliga al joven a presentarse ante la reina... Su niñera ha lanzado al aire otra profecía y me temo que no se trata de algo bueno.