Midnight [OS 2]

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[ PRESENTE ]
[ PASADO ]

Medianoche, aquél horario que para todos es hora de dormir o para otros una simple pieza del día.

Aunque para mí no es nada de eso, claro que no, para nada. Cuando las agujas del reloj marcan las 11:59 el tic-tac me resulta más pesado, como balas impactando contra mi frente; hasta que las finas piezas del marcador del tiempo emprenden viaje hasta las 12:00 y allí empieza mi infierno personal.

Cuando llega la media noche las puertas se cierran y el suelo se enciende en llamas. Él llega y me tortura por haber perdido en su juego. Él me lo recuerda.

El hombre de la oscuridad intenta matarme cada noche, y yo huyo, huyo por toda mi habitación solo, sin la compañía que alguna vez tuve y él me arrebató.

Nunca jamás he podido volver a verlo.

Las horas pasaban y pasaban, por fin se hicieron las 10:00 de la noche. Oliver llegaría pronto a casa.

Ordené por última vez la habitación y tan solo esperé a que la puerta sonara. Cuando lo hizo, casi que corro a abrirle y allí estaba, lo hice pasar y fuimos directo a mi habitación.

—Pues, ¿qué quieres hacer?—le dije un rato después, 11:13 de la noche según me informaba mi reloj de muñeca.

—Hum...—pensó, mirando a algún sitio en lo que seguía produciendo aquél ruido con su boca—Podaríamos hacer algo interesante ya que no están tus padres. Algo... Sobrenatural.

—¿Sobrenatural?—pregunté—¿De qué hablas, Oli?

—He oído de un ritual que se ha hecho bastante popular, como un juego extremo. Consiste en dejar entrar un ente a tu hogar que intentará agarrarte por un lapso de tiempo, pero tú tienes dos elementos a tu favor con lo que puedes protegerte de él. Se oye muy interesante y no hace falta mucho para hacerlo, ¿qué dices, lo intentamos?

—¡No, de ninguna manera, estás loco!—dije rápidamente, casi sin procesar lo que decía considerando los desesperados movimientos de mis brazos.

—Ya sabía yo que eras un aburrido, Andy.

Sus ojos se despegaron de los míos y viajaron hasta la ventana. Su semblante siempre se mantenía despreocupado. Sacó un cigarro de su bolsillo y lo prendió, tragando sus palabras a la misma vez que el humo.

No me decía nada. Solo estaba ahí, consumiendo su cigarro. No tenía que hacer nada para revolver mi mecanismo y ponerlo a su favor. Lo sabía y aún así lo usaba en mi contra.

—¿Qué... Qué se necesita para hacerlo, Oliver?

Entonces su sonrisa vaga apareció en sus labios y devolvió sus ojos oliva a los míos. Sentía un privilegio cada vez que me miraba, considerando que por su pesimista pensamiento para con las demás personas no quería mirar a nadie a los ojos.

—Velas, cerillos y sal. Fácil, ¿no te he dicho?—dijo aún con su sonrisa que me atreví a caracterizar como traviesa. Me agradaba aquél gesto. Asentí.

Comenzó una vez más la ceremonia de aquél ser con golpes en la puerta, veintidós exactos antes de que fuera abierta y él entrara para intentarlo una vez más.

Mis ojos ni siquiera eran capaces de llorar como en las primeras noches. Me encontraba tan cansado y las moradas ojeras debajo de mis apagados ojos lo demostraban. Me encontraba más en la muerte que en la vida.

La habitación quedó en oscuridad y aferré la bolsa de sal en mi mano derecha, intentando convencerme de que estaba listo. Y aunque cada noche fuera la misma tormenta, en realidad nunca podía estarlo.

Oliver and the Fallen Angel » Sysack OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora