Dorado.

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Derek olfateó el aire, había un curioso olor en el ambiente que le embotaba la nariz y lo estaba aturdiendo al nivel de volverlo loco. Con 5 años, era un hombre lobo curioso y cualquier nuevo olor cerca de su casa lo llevaba a recorrer el bosque hasta encontrar de dónde provenía, y es que no es común tener vecinos cuando tu casa está en la mitad de la espesura.

Laura iba pegada a sus talones, siguiéndole el paso a su hermanito. Ella también había percibido el cambio en el ambiente.

—Derek, tenemos que avisar a mamá —dijo la castaña corriendo detrás de él.

—Es que mamá está con ellos, su olor está mezclado —Laura se preguntaba como su pequeño hermano podía hablar con esa propiedad y con tanta seriedad que a veces asustaba.

Sin más, lo adelantó, escaneando el terreno al que se estaban adentrando. Era solo 3 años más grande que él, pero era suficiente para cuidarlo como se debía, como su futura alfa.

Tres kilómetros más adelante, en el lugar donde habían visto máquinas excavadoras y materiales de construcción durante meses, Laura detuvo su carrera, alertando a su hermano para que hiciera lo mismo. Los ojos de ambos refulgieron dorados al divisar a su alfa y, más importante, su madre. El olor se intensificaba en el lugar. La esencia de café y vainilla le pegó como una bofetada en el rostro.

Talia Hale, junto a Anthony, su esposo, se encontraban en el porche de la nueva casa platicando con una pareja que se encontraba cerca de la puerta. Por lo que ambos chicos escuchaban, sus padres se estaban presentando, ya que no era común tener gente nueva en medio del bosque. Y no querían que los mal entendieran, no eran unos inadaptados ni nada por el estilo, solo que disfrutaban de un estilo de vida más tranquilo que en la pequeña ciudad de Beacon Hills, que a pesar de ser tan pequeña se veía afectada por muchos extraños problemas.

Derek rodó los ojos ante la mención de los problemas, que en su mayoría eran causados por seres sobrenaturales de los cuales la policía local no tenía idea de su existencia.

Al parecer al nuevo vecino le habían propuesto un traslado a ese pequeño lugar en California, desde Nueva Jersey, para ser el sheriff del pueblo, cosa que aceptó porque querían criar a su hijo en un lugar tranquilo.

Hijo al que Derek aún no había visto, pero cuyo corazón ya había escuchado dentro de la casa.

Laura lo jaló para esconderse detrás de un árbol, ya que no iba a ser sencillo explicar qué hacía ahí con su hermano a la pareja que acababa de llegar. En el momento en que se movieron Talia miró hacia atrás, deteniéndose en las miradas de sus hijos durante un segundo antes de devolver la atención al hombre y mujer frente a ellos. Se oyó un estrepito en la casa y lo que Derek solo podría definir como un pequeño remolino andante apareció en la puerta.

—Mi nombre es Stiles —dijo el niño que se había instalado en medio de sus padres —. Bueno no es mi verdadero nombre, pero el que sí lo es no me gusta —el pequeño miró a sus papás —. ¿Por qué me pusieron un nombre tan complicado? —los 4 adultos rieron ante el comentario lleno de inocencia. El pequeño regresó su atención a los extraños —. ¿Cuáles son sus nombres? ¿serán nuestros nuevos vecinos?

Derek dejó de prestar atención a la conversación cuando su hermana le dio un codazo.

—¿Qué te está sucediendo? —murmuró Laura —. Regresa tus ojos a su color natural —Derek la miró sin entender—. Son dorados, bobo, y hay humanos muy cerca de nosotros —agitó la cabeza, tratando de quitarse la sensación de aturdimiento de encima. Al mirar al frente notó que el pequeño niño miraba en su dirección, tenía la cabeza ladeada y los observaba con curiosidad, no hizo ningún movimiento, solo le sonrió y dio media vuelta adentrándose en la casa.

Colored eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora