Twelve.

496 28 1
                                    

-NARRA NEVAEH-

Aquella mañana esperaba más visitas que el día anterior incluso. Marc Junior había sido un bebé prematuro, y muchos de nuestros conocidos se habían enterado horas después de su nacimiento. Pero lo que no me esperaba era que la primera visita fuese la de Marc. Después de los mensajes que nos habíamos enviado la noche anterior, pensé que le había dejado claro que por el momento no quería verle.

- Te he traído café de tu cafetería favorita y unos dulces de esa pastelería que se hizo de oro durante tu embarazo. Voy a ver al niño y a ver si dejan que te lo traiga un rato.

Le miré con una ceja encarada, intentando dejarle claro que su plan me parecía muchas cosas, pero la primera de todas, patético.

- Si crees que así se me va a pasar el enfado...

- No creo eso, ojalá fuese tan fácil. Es una muestra de paz, al menos hasta que lleguemos a casa, ¿qué necesidad hay de preocupar a nuestros familiares?

Guardé silencio durante unos segundos. Me gustase o no, tenía razón. Mis padres y Raúl se irían en dos días de vuelta a Tenerife, y no quería que se marchasen preocupados.

- Por ahora vete a por el niño.

Él asintió y abandonó la habitación, dejándome sola por unos minutos. Estaba tan confundida... Cinco minutos después volvió con nuestro hijo en brazos y, de repente, se me olvidaron todos y cada uno de mis problemas, que no eran pocos. Recordé que ya no éramos dos, ahora éramos tres, y Marc Junior debía ser siempre la primera de mis preocupaciones.

Marc me lo cedió enseguida, y volví a sentir esa sensación tan maravillosa que describen las madres, el momento en el que coges a tu hijo en brazos, pero entendí que todas y cada una de ellas se habían quedado cortas. Aunque no las culpo, no hay adjetivo que consiga describir ese sentimiento tan grande y tan maravilloso. A la mierda los problemas con Marc, la distancia con mi familia, Claudia... Jamás volvería a sentirme sola o incompleta. Ahora tenía lo más valioso que puede tener una persona, un hijo que iba a querernos a ambos de manera inocente, pura y desinteresada.

A medida que iba avanzando la mañana fueron llegando familiares y conocidos, algunos ya reincidentes del día anterior, y otros que aún no conocían en persona al pequeño Marc Junior. Marc se marchó, asegurando que tenía que asistir a una reunión importante, pero que volvería después de comer. Aunque seguía molesta con él, no me gustó demasiado aquel gesto. Marc Junior tenía sólo dos días de nacido y él ya empezaba a quitarle tiempo para ir a reuniones. Pero, ¿quién era yo para decirle cómo debía organizarse? Afortunadamente, eran tantas las visitas que ni siquiera tuve tiempo de pensar mucho en aquello. Álex, Anna Roser y Raúl se pasaron todo el día con nosotros, a las abuelas se les caía la baba con su primer nieto, y parecía que se llevaban bastante bien entre ellas, cosa que me sorprendió, ya que no podían ser más diferentes entre sí. Cada día tenía más claro que aquella expresión que dice los polos opuestos se atraen no puede ser más cierta, incluso cuando se trata de una amistad.

Cuando quedaban un par de horas para que el horario de visita finalizara se llevaron a Marc Junior y el médico vino a hablar conmigo, asegurando que el niño avanzaba bastante bien y que en tres días podría volver a casa. Yo recibiría el alta al día siguiente, y eso era algo que me preocupaba. Los padres de los niños prematuros no pueden dormir en el hospital, y yo aún estaba enfadada con Marc. No podía volver a casa y hacer como si nada hubiese pasado. Pero tampoco podía pedirle asilo a nadie, ya que no quería estar explicando los motivos de nuestra discusión ni preocupando a ningún ser querido. Honestamente, me imaginaba durmiendo bajo un puente. Pero dicen que, cuando menos lo esperas, llega la solución, y eso fue lo que me ocurrió a mí. Cuando vi a Andrea Iannone entrar en la habitación se me encendió la bombilla, como en aquellos dibujos animados que tanto me gustaban de pequeña, y que con gusto volvería a ver ahora con mi hijo. Se acercó a mí, tan sonriente como siempre, y besó mi mejilla.

- Pensé que iba a haber muchísima gente y esto está vacío.

- Todos están viendo al niño, a fin de cuentas es el protagonista.

- Yo me conformo con verlo en la prensa.

- ¿En la prensa?

- Ha salido en todas las portadas y las redes sociales están inundadas con una foto suya, pensé que era cosa tuya y de Marc.

- No... Yo no sabía nada.

- Bueno, tal vez fuese Álex o tu hermano.

- Pudo ser cualquiera, pero no cuesta nada preguntar antes de compartir nada.

- Neva, le estás dando demasiada importancia.

- Tienes razón, tengo cosas más importantes de las que preocuparme, por ejemplo, ¿puedo dormir un par de noches en tu casa? Mañana me dan el alta y anoche discutí con Marc.

Mi amigo me miró sorprendido por unos segundos pero asintió de manera casi automática al mismo tiempo.

- Sin problema, mucho lo habías aguantado.

- Andrea...

- Vale, ya me callo... Bueno, me voy ya, mañana tengo entrenamiento y me toca madrugar, mándame un mensaje con la hora a la que quieras que te recoja mañana y vengo a por ti.

- Gracias Andrea, de verdad, no sabes el favor tan grande que​ acabas de hacerme...

- No hay de qué, pero... ¿puedo darte un consejo?

Simplemente asentí, no acostumbraba a escuchar consejos de Andrea y sentía bastante curiosidad.

- Marc Junior no va a quedarse en esa incubadora eternamente, por fortuna... Tienes que hablar con Marc y definir una situación... O volver a tu casa, o traer sus cosas a la mía, hay espacio de sobra... Pero debes hacerlo antes de que salga. Un bebé no espera por nadie, y menos éste, que nació cuando quiso.

Esbocé una media sonrisa al escuchar su última frase, me gustase o no mi amigo tenía razón. Debía dejarme de tonterías, de cafés y de dulces y hablar las cosas con Marc. Y tenía que hacerlo cuanto antes.

Conociendo a mi ídolo [SEGUNDA TEMPORADA] |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora