Termine de colocarme rímel. Dentro de cinco minutos Nick llegaría y yo aun no estaba lista. Corrí deprisa a mi habitación a buscarme un tapado. La temperatura había cambiado bastante. Hacía frió, me mire por última vez al espejo y el portero sonó. Corrí a atenderlo.
- ¿Quién es? – pregunte.
- Soy Nick – me dijo.
- Ahí bajo – dije y colgué.
Tome mi cartera y mis llaves y salí del departamento. Demi había decido irse a vivir con Joe. A eso había venido ayer a casa. Dijo que habían hablado mucho que ya era hora de la convivencia. Jamás pensé que mi rubia amiga llegaría a tanto. Pero me alegro por ella. Pasamos una linda tarde de amigas juntas, ayer. Ella siempre me hace sentir mejor. Es una gran persona.
- ¡Hola! – me dijo cuando abrí la puerta. Sonreí levemente, y me acerque a él para saludarlo – Luces hermosa.
- Gracias – le dije divertida – Tú no te quedas atrás.
- ¿Vamos? – preguntó.
- Claro – dije y tome su brazo.
Pronto estuvimos en un lindo restaurante. Se acercó a mí y me ayudo a quitarme el abrigo y a sentarme. Sonreí levemente y le agradecí. Él se sentó frente a mí y pronto vino un mozo. Nos entrego el menú.
- ¿Qué quieres comer? – dijo.
- Mmmm, no lo se – dije sin dejar de mirar las cosas.
Una punzada comenzó a formarse en mi estomago. Era un dolor terrible. Solté la cartilla y tome mi panza con una mano. Nick me miró bien. Yo también lo hice. Se veía algo borroso.
- ¿Selena? ¿Estás bien? – me preguntó.
Asentí levemente. Algo se movía con fuerza dentro de mi panza y estaba haciendo estragos conmigo. Sin pensarlo mucho me puse de pie. Nick me miró bien.
- Voy al baño – le dije más que mareada.
- ¿Quieres que te acompañe? – me preguntó.
- No, no – le dije rápidamente – Solo pide por mi
Más que apurada me dirigí al baño. Para mi suerte no había nadie allí. Me acerque a uno de los retretes y me agache para vomitar. Abrí mi boca, porque la sensación de hacerlo me estaba matando, pero nada salió. Me puse de pie y me pare frente al espejo. Abrí la canilla y lave mi cara con agua fría. Otra vez las ganas de vomitar vinieron a mí, pero ya no podía girarme al retrete. Baje mi cabeza hacia el lava manos. Una mancha se formo en el espejo. Como si eso hubiera salido de mí. Pronto tomó forma.
- ¿Se puede saber que diantres haces aquí? – me preguntó. Lo mire bien.
- ¿Justin? – dije sin poder creerlo.
Estaba del otro lado del espejo. Lo mire detenidamente. Sus ojos no estaban mieles, sino que eran rojos. Rojos como el fuego. Mire su cuerpo. Estaba lastimado, golpeado, herido. Volví a sus ojos.
- ¿Qué… te sucedió? – le pregunte aterrada.
- Tranquila, solo jugaba con mis hermanos – me dijo.
- ¿A eso le llamas jugar? ¿Dónde estás?
- En mi casa
- ¿Qué haces aquí?
- ¡Me voy por dos días! ¡Solo dos días! ¡Ya sales con ese imbécil! – me dijo enojado.
- ¡Tú te fuiste! ¡Y ahora me vienes a… a hacer una escena de celos! ¿Detrás de un espejo? ¿Qué es lo que quieres de mí? – le pregunte nerviosa.
Me miro fijo a los ojos. Su respiración era agitada. Al parecer estaba enojado por algo más. Mire su piel, estaba más roja de la normal. Parecía arder. Volví a sus ojos. Eran tan raros.
- ¿Por qué tienes los ojos rojos? – le pregunte.
- Cuando juego con mis hermanos, mis poderes se salen de control. Alterando el color de mis ojos y haciendo que mi piel queme – me contestó.
- ¿Y tu pacto con Dios? – dije al recordar eso.
- Al Diablo con ello, no tengo nada de bueno dentro – me dijo. Lo mire espantada.
- ¿Qué significa eso? ¿Tendrás que vivir por siempre y para siempre en el infierno?
- Así es, preciosa – me dijo. Negué con la cabeza efusivamente.
- No, no por favor – le dije desesperada. Me miró bien.
- ¿Por qué? – me preguntó.
- No, no puedes – dije mientras otra vez mis ojos se humedecían por él.
- ¿Por qué no puedo? ¿A quien diablos le puede importar el Diablo? – dijo lleno de resentimiento.
- A mí – le dije rápidamente – A mi me importas y mucho
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