Cap. 1: Bajo mis pies está la luz

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Era una preciosa noche de mayo, la Luna estaba en Cáncer y el Sol en Géminis. La ciudad que se encontraba bajo mis pies se parecía mucho al lugar en el que fui creado. Tanto calor, tanto ruido, tanta luz, tantos gritos... Algunos de alegría. Otros de dolor. Otros de tristeza. Otros de ira. Tantos problemas en un mundo tan pequeño... Aquella imagen era agobiante, casi una orgía de color y una sensación de crudeza, falta de alma. En el Infierno pasa casi lo mismo. Calor,ruido, luces y gritos. Pero es mucho menos sádico de ver. Me decidí a bajar a suelo firme y afrontar lo que aquel lugar me echara encima. Aterricé en una calleja cerrada, cerca de una especie de templo que me sonaba de haberlo visto en algún manuscrito de mi padre. Sus muros estaban formados por unos enormes bloques de roca amarillenta.

-¿Caliza quizá?- pensé con temor a equivocarme mientras rodeaba la antigua estructura. La mayor parte de las grandes puertas eran adornadas con un arco emiral cordobés. Lo sabía porque a mi padre le encanta la arquitectura humana antigua. Sobre todo esa a la que llaman "musulmana". Siempre fue un ser culto que estudiaba a los humanos día sí día también y me inculcó los valores del conocimiento desde muy temprana edad. Mmmm... Aquel edificio de los que muchas veces escribía mi padre era una mezquita, un lugar de rezo. Pero había un inconveniente que me atravesó como un rayo de confusión. ¿Por qué había una torre de arquitectura cristiana en aquel lugar? No soporto a los cristianos... Después de todo lo que nos han hecho a los demonios sin motivo no tienen perdón. Al menos no por mi parte. Y mucho menos de mi padre. Tantos de sus hijos humanos... muertos... por controlar la magia, los elementos, por hablar con animales y entenderlos, o simplemente por tener una idea y expresarla que a ellos, como monstruos que son, no les parece bien.

Me giré buscando algo o alguien que me ayudara. Pero hablar con un humano era peligroso para un demonio. Anduve sin un rumbo fijo sin saber siquiera si encontraría una ayuda. Y sin darme cuenta, acabé en una gran calle abierta, con un paseo que se dividía en otras dos enormes calles hacia al frente y hacia la izquierda, y a la derecha una gran plaza con una gran estatua de un hombre sobre un imponente caballo. Bueno, podría haber impuesto más si no hubiera tenido excrementos de pájaros cubriéndola casi sin ver el rostro de aquel hombre. Creo que la mayoría de los humanos dicen mierda. Solo sé que es asqueroso, pero por suerte los demonios (o al menos la mayoría) no tenemos un sistema digestivo como el de un ser terrenal. Somos como un agujero negro, de hecho en el Infierno solo se come por capricho ya que no es necesario, para la mayoría, como ya he dicho.

Mientras pensaba en lo innecesario de un proceso digestivo para un demonio no me di cuenta de que alguien venía hacia a mi a toda prisa. Y chocamos. Aunque he de decir que chocó, ya que yo no me moví siquiera. Mientras se quejaba del golpe en el suelo, me levanté, me sacudí la camisa y, para no levantar sospechas, me tuve que armar de valor y hacer lo impensable. Ayudar a un humano que probablemente  se daría cuenta de lo que era, que gritaría, avisaría a los demás y me prenderían fuego en aquel lugar para devolverme al Averno. ¿Pero que podía hacer?(Maldita sea mi educación).  Así que, me lancé. Le ofrecí mi mano para que le fuera más fácil levantarse. Me miró. Estaba preparado para extender las alas y volar para no sufrir ese dolor tan horrible. No puedo morir, pero que me mandasen de vuelta a mi mundo tras mi largo y costoso viaje a la Tierra hubiera sido terriblemente pesado tras un esfuerzo como tal, ya que mi uso de la magia es limitado.

-Lo siento mucho, es que tengo prisa.-Dijo para mi sorpresa. Echó a correr.-Que he quedado y llego tarde, lo siento de verás.- Esto último apenas se oyó entre el tumulto de gente. Vi como se alejaba. Era una joven hembra humana. Con el pelo corto, de un precioso y pálido color platino, piel de porcelana y ojos de un color ámbar que contrastaba con aquella mezcla albina. Apenas me fijé en su ropa, pero vi que vestía con una camiseta sin mangas blanca.

Entonces hablé  en voz alta sin darme cuenta: 

-Vaya, tan cenicienta de por sí y viste de blanco encima.- Tras esto un hombre se me quedó mirando. Me temí lo peor. Rió ligeramente para luego seguir con su camino fuera cual fuese. Y me di cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Nadie sabía que clase de ser era en realidad. Aunque miraran directamente mis ojos rojos y oscuros a nadie le importaba. Eso me extrañó. Pero más que extrañar me tranquilizó.

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⏰ Última actualización: May 28, 2017 ⏰

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