Soledad.

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Soledad.

"Reto del escritor: Describir el sonido, color y aroma de la soledad."

La soledad se escucha como el sonido del viento colándose por las ventanas y asemejar el aullido de una bestia o algún espectro, siempre acompañado de una frialdad extrañamente reconfortante para algunos y dolorosa para otros. La voz de este sentimiento se deja escuchar durante la noche cuando los muebles crujen por culpa de la humedad, en la obscuridad amparada por la Luna y las estrellas la casa parece cobrar vida y comenzar a desear el comienzo del día para que sus interiores vuelvan a ser iluminados por el crepúsculo. Se escucha como el final de una llamada cuando dos amantes tienen que colgar y se siente como ese suspenso en el corazón que no desaparece hasta volver a escuchar la voz de la persona que amas. Durante el silencio que se erige después de una mala noticia, ese silencio que nos recuerda nuestra vulnerabilidad... Ese silencio que invoca nuestros recuerdos más duros y nos da la sensación de estar solos ante un mundo tan hostil como el nuestro pero con el que nos vemos obligados a lidiar día con día. La soledad nos grita atreves de las cuerdas de una guitarra o las teclas de un piano, nos dopa dejándonos en un estado de calma atraves de la música, canciones que escuchamos cuando estamos solos, canciones que a veces reproducimos para imaginarnos cómo será el futuro, intentar adivinar cómo será el amor de nuestra vida o recordar acciones de las que nos arrepentimos o hubiéramos preferido no vivir, tangos que nos gustaría bailar con enjundia y canciones lentas que necesitamos danzar con alguien especial.

Esta sensación tan mortal se describe a sí misma en un mundo de tonalidades grisáceas, en donde no sabes lo que es el bien y el mal, en donde la monotonía parece apoderarse de todo y simplemente te resignas a vivir sin interrogarte la razón de tus acciones; comparte ese color con los días nublados y carentes de sol que nos entristecen cuando no tenemos con quien refugiarnos, con quien compartir calor o una taza de alguna bebida caliente. Tiene el color negro como guarura, es esa falta de luz que hay durante la noche y nos abraza sin temor cuando despertamos en la madrugada y solamente somos capaces de percibir nuestra propia respiración, ese sentimiento de completo abandono que nos envuelve en nuestro momento más vulnerable que es durante la penumbra del ciclo terrestre. Tiene ese color carmesí que las personas más solas, abandonadas y que se creían sin esperanzas han derramado sobre sí mismas cortándose las venas o hiriéndose de alguna manera; incluso en casos mucho más terribles acabando en la muerte y empapados de esta tonalidad tan llamativa y con olor a oxido que se impregna en el olfato como un bebé recién nacido al seno de su madre.

La soledad huele a humedad, este olor tan peculiar que se arraiga dentro de muebles viejos que no suelen abrirse con frecuencia, dentro de las páginas de libros olvidados en la repisa o el librero y justamente estos lugares tan recónditos son similares a los huecos que tenemos en el alma en donde la soledad entra y comienza a abrirse camino con sus raíces frías y desesperanzadoras, alejándonos de nuestras amistades y seres queridos. Huele como esa loción que un día dejamos de percibir a nuestro alrededor, ese olor tan peculiar y único de alguien que alguna vez estuvo a nuestro lado y ahora no es más que una silueta lejana que con el paso del tiempo se distorsiona cada vez pero que sin embargo no nos deja olvidarlo del todo recordándonos constantemente su aroma. Se percibe como café, té y vino; el olor a café que nos invade en las mañanas mientras escuchamos el agua hervir en una olla o a la cafetera borbotear desde la lejanía de la cocina, huele al té que en ocasiones tomamos en la tarde cuando no sentamos en la sala o en nuestra habitación a leer en silencio, mirar algún programa en la televisión o esperar a que la noche nos cubra con su frialdad, la soledad nos es recordada con el aroma y gusto de una copa de vino que se suele servir en familia, con amigos o pareja, en ocasiones incluso acompañados nos sentimos encerrados dentro de una crisálida dura y sofocante, el aroma a uvas añejadas, madera, pimienta, clavo, canela, corcho y otras esencias nos recuerdan esa soledad que vivimos incluso rodeados de personas aparentemente cercanas, ese sentimiento tan personal que nos viola en la intimidad y nos hace sentir despreciados por el mundo y nosotros mismos.

Afortunadamente no todo en esta sensación es terrible, también puede caber dentro del sonido de las olas golpeando la costa mientras piensas y hablas contigo mismo recordando sucesos extraordinarios que te has dado el lujo de vivir, puede camuflarse dentro del silencio que hay mientras duermes y sueñas con cosas agradables y personas que te hacen sentir protegido y dentro de un ambiente cálido. Puede tomar el color de esa camisa que tanto te gusta, los matices de esa escena fílmica que te emociona aun después de verla mil veces y todavía te enchina la piel, incluso de color negro dentro de las letras que se conglomeran en las páginas de tu libro favorito. Adopta la fragancia a dulces y azúcar, a esa fragancia que te remembra a cuando de niño compartías tus cosas con algunos amigos y ellos te compartían de las suyas; de esos tiempos en los que nos hallábamos en la cumbre de la felicidad y no teníamos el placer de saberlo hasta que los años nos lo enseñaron. Todo depende de cómo decidamos sentir, oler, observar, palpar y degustar la vida... De eso se trata todo al final.

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