Mine.

2K 237 61
                                    


—No, no estoy bien. Tony—. Era glorioso poder pronunciar su nombre en voz alta.

—Durante meses, con lo único que he soñado es contigo. Estoy tan malditamente enamorado de ti y me importa una mierda sí sea prohibido o no me correspondas, lo cual debería preocuparme más pero el caso es que no puedo dejar de pensar en ti cuando estás dando clases, no puedo dejar de observar tus movimientos y dejarme llevar por tu voz—. Se puso de pie y lo observó con una determinación que jamás antes había sentido.

—Eres mi mayor distracción, Tony—. Finalizó mientras lo acorralaba en una pared. La expresión de Tony era indescifrable pero podía notar un sonrojo en sus mejillas.

—No tienes idea de cuánto te deseo, deseo tanto hacerte gemir mi nombre—. Steve era como un volcán dormido que comenzaba a hacer erupción, estaba ardiendo por dentro y tenía tantas ganas de liberarse, pero Tony no decía nada.

—Rogers. Será mejor que te apartes y por tu bien olvidemos todo este asunto—. Finalmente una respuesta y estaba lejos de ser una que le gustara a Steve, sus hombros se hundieron ante la decepción del rechazo de Tony.

—No sé en qué estabas pensando. Pero por Dios ¡Soy tu maestro! Te doblo en cuanto edad y si alguien supiera... Me costaría el trabajo—. Negó repetidas veces con la cabeza y empujó a Rogers. —Será mejor que te vayas y no vuelvas a tocar este asunto jamás—. Steve se obligó a tomar una bocanada de aire para luego tragar la amargura de haberse visto rechazado. Siempre supo que aquellos sentimientos no lo llevarían a nada bueno ¿Pero qué podía hacer? Dolía, realmente dolía.

— ¿Por qué tuviste que hacer esto ahora Rogers? Joder. No podías simplemente olvidarlo. ¿Tienes idea de lo qué has hecho? Maldición—. Tony se veía furioso, decepcionado y culpable.

—Lo siento profesor, no fue mi intención incomodarlo. Solo estaba siendo honesto, tanto con usted como conmigo mismo—. Steve se veía como un gran cachorro al cual su dueño acababa de regañar. No era para menos, la persona de la cual llevaba dos años enamorada lo había rechazado. Se sentía humillado pero a pesar de ello no arrepentido. Él no era un cobarde, estaba enamorado de ese hombre y no tenía porque ocultárselo.

Tony no podía creerlo. Steve Rogers se había declarado ante él jamás, ni en un millón de años hubiera podido imaginárselo. Estaba demás decir que Steve era todo un adonis, su rostro parecía esculpido por los mismos ángeles, cabello rubio y profundos ojos azules. Era el sueño de todas las chicas de la escuela y aquello solo era la punta del iceberg describiendo a Steve. A pesar de ser el Capitán del equipo de fútbol americano Steve era inteligente, en la sala de maestros constantemente lo halagaban, en especial la señorita Margaret Carter quien era su profesora de Artes, no se cansaba de decir lo mucho que apreciaba a Steve y del futuro prometedor que tendría como artista. Lo veía siempre ayudando a sus compañeros. Parecía sacado de los años 40, tan jodidamente servicial, amable y atento con todos.

Y cuando lo había oído pronunciar todas esas palabras, sintió un calor abrasador en el pecho que se expandió por todo su cuerpo, erizándole la piel por completo. ¡Jodido Rogers! Tenía que ser tan perfecto incluso ahora cuando se veía tan malditamente vulnerable por culpa suya. Tragó grueso y desvió la mirada. Cuando creyó que finalmente se iría y olvidaría todo ese asunto, nuevamente volvía a sorprenderlo.

Y joder porque con aquello su propia fuerza de voluntad se hizo pedazos.

Había sido un movimiento rápido, Rogers aprovechó su fuerza y lo tomó del brazo y antes de que Tony pudiera entender lo que sucedía unos cálidos labios chocaron contra los suyos. Y lo que sintió, lo que sintió no tenía explicación. Como dos universos completamente diferentes chocaran entre sí y provocaran la mayor y más perfecta explosión de la galaxia.

A Good Student.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora