Primera Parte

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Aquel diez de enero el frío era helador. Las calles se encontraban cubiertas de nieve y el cielo no parecía dispuesto a dar una tregua. Los meteorólogos de la televisión habían aconsejado a la gente que permaneciera en sus casas mientras fuera posible y que hicieran acopio de todas sus prendas de abrigo si realmente deseaban salir al exterior. Aunque, por supuesto, aquellas advertencias no incluían al protagonista de nuestra historia. Él se consideraba demasiado caliente para tener que abrigarse. Era un chico delgado, aunque en bastante buena forma, con el pelo castaño y unos ojos azules que enamoraban a cualquiera.

Esa tarde, tras salir de la universidad, Louis había decidido que no quería estar solo en un día tan frío de invierno y, ¿qué mejor compañía que algún niñito de instituto que se moriría por sus huesos sólo con verle? Las preferencias del chico castaño eran bastante especiales. Le gustaban los chicos, y eso es algo que siempre había tenido claro, pero no los chicos afeminados que solía encontrar en las páginas de ligoteo, sino los que tenían apariencia de duros y varoniles. A Louis le gustaban, por decirlo así, los "chicos malos".

Había uno en concreto al que le había echado el ojo, como a tantos otros con anterioridad. Este era, en palabras de una de sus amigas, un dios griego personificado. Y era cierta aquella afirmación, porque el chico no tenía de qué quejarse sobre su aspecto físico. Era guapo, musculoso y el típico jugador de fútbol, heterosexual en apariencia, que se hacía el machito metiéndose con otros. En definitiva, el tipo de chicos que a Louis le gustaba llevarse a la cama. Le gustaban sencillamente porque no solían ser fáciles ni inocentes, sino que le hacían sentir fuerte junto a ellos. Como un cazador con ganas de exhibir a modo de trofeo la pieza que más se le había resistido.

Con aquel objetivo claro, Louis caminaba sobre la acera nevada, tratando de ignorar el frío que calaba su fina chaqueta vaquera y no le permitía sentir los dedos de sus pies. El podía con aquello con tal de verse "sexy" para su nueva conquista. En pocos minutos estuvo frente al portón del instituto y se dispuso a esperar a una distancia prudencial hasta ver que saliera. A veces se sentía como un acosador al hacer eso, pero sabía que no lo era. Simplemente se trataba de un chico de veinticuatro años que deseaba divertirse pero sin compromiso, a diferencia de muchos otros chicos de su edad.

"Ahí está, tú puedes", se dijo a sí mismo. Sin pensárselo mucho se acercó hacia las vallas que daban al interior del recinto. Había un montón de estudiantes saliendo y él trataba de no perder de vista al chico moreno. Afortunadamente este se detuvo junto a la puerta del edificio con expresión seria. ¿Acaso esperaba a alguien? Quizás tenía una de esas parejas que te hacían aparentar y la estaba esperando a ella. Pero aún en el caso de que aquella afirmación fuera cierta, la chica o el chico no parecía con intenciones de salir, mientras el lugar se iba vaciando de personas cada vez más.

Ya apenas quedaban algunos rezagados cuando un joven de rizos salió por la puerta. A Louis le llamó la atención aquel chico por su pelo lleno de tirabuzones desordenados y su sonrisa despreocupada. Parecía la clase de persona que siempre estaba alegre. Aunque lo que más llamó su atención fue ver como el tipo al que llevaba un rato esperando se dirigía hacia él también con una sonrisa. ¿Acaso era él su pareja? Pero si no pegaban en absoluto.

Pronto resolvió sus dudas al darse cuenta de que aquella sonrisa no era de felicidad y que la que el chico de rizos poseía había desaparecido. Cuando el moreno se acercó a él pareció asustarse y trató de salir con más prisa del recinto del instituto. Pero el chico sexy le siguió y le acorraló contra la valla exterior. Louis se preguntón si le besaría pero, muy por el contrario, lo que hizo fue arrebatarle su mochila y lanzarla contra el suelo, dejando varios libros que se habían salido desparramados sobre la nieve. A continuación le propinó un fuerte golpe en el estómago, quizás demasiado fuerte. Y aquello debió doler como mil infiernos, al igual que el siguiente golpe y el siguiente. El chico de ojos azules no podía creer lo que veía. ¿Cuánto odio puedes tenerle a alguien para tratarlo de aquella forma? Era inhumano.

Cupcakes and Books (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora