Capítulo 2: Comprensión. Confusión.

46 6 2
                                    


Realmente se ve normal... ¿será que hay otra Alexandra en el salón?

—El director me mencionó que aquí estaba la presidenta... ¿es usted?—no, no quiero equivocarme de persona, debo proporcionarle ayuda, es probable que la necesite.

—Sí, soy yo—me responde. Su voz es baja, aunque tiene fluidez. Oculta algo, lo sé.

—Bien... me gustaría hablar con usted más tarde—sí, mi "acoso", o como lo llama el director, empieza ahora. ¡Por favor! ¿Yo, fijándome en una niña? Sólo fue una primera impresión favorable, sólo eso—. Continuemos con la asistencia...

***

—Te seré completamente franco... El director me dijo que tus padres nunca vienen a las entregas de calificaciones... Y que nunca consigue contactarse con ellos...—dijo.

—Siempre están... indispuestos—responde.

Ambos se encuentran en el aula de clases, está completamente vacío, salvo a ellos dos como únicas presencias. Todos los demás estudiantes se habían retirado desde hace media hora y se dirigieron a sus hogares.

—¿En qué sentido? ¿Trabajo?—algo no cuadra en todo esto. Está ocultando algo a pesar de que se muestra firme.

—Supongo—dijo con un tono de desinterés.

—Alexandra... Dime, ¿no te molesta?—tal vez pueda aplicar medidas para que vengan, o quizás...

—No—¿eh? ¿No le molesta? ¿A qué alumno destacado no le molesta que sus padres no tengan el menor interés en sus logros?

—¿Segura? Es que...

—En serio, no me molesta—me interrumpió. Doy un suspiro.

—Toma asiento, por favor—le pido. Ella se sienta en uno de los pupitres que está frente al escritorio. Es demasiado callada, me pregunto por qué...—. Mira, seré completamente franco contigo... Yo estudié aquí, y obtuve excelencia académica... Sé que tú también vas por buen camino, casi lo logras...—bien, no sé por qué dije eso, me mira desconcertada. ¡Rayos! ¿Ahora que digo?—Ehm... Te felicito...—soy un idiota.

—Ah, gracias...—sí, no necesito leer mentes para saber que cree hasta las peores cosas de mí.

Pero, ¿cómo excusar que siempre he sido malo hablando con mujeres? Sí, claro que cuando era joven eran de mi misma edad, por tanto tenía más lógica. Pero ahora estoy hablando de una niña, no debería afectarme, sin embargo, ¿por qué lo hace?

—Mis padres nunca asistieron a ninguna entrega de calificaciones...—dijo. La menor sólo seguía poniendo atención—. Pero siempre solían llamar para avisar el por qué no podían...

—Mis padres nunca vienen, pero, como le digo, no me molesta. Después de todo, deben tener sus razones para hacerlo...

—Bueno, cualquier cosa...—me pongo de pie y camino hacia ella. Me paro en frente y poso una mano sobre su cabeza, recuerdo que así solía hacerlo el maestro Esteban cuando yo estudiaba aquí—, puedes contar conmigo, yo estaré aquí siempre para apoyarte...

La soltó, y pudo notar que veía hacia abajo, con un ligero sonrojo en sus mejillas. Sonrió enternecido, ¿por qué le gustaba ver su carita enrojecida por acciones simples como esa? Tal vez porque en estos tiempos no era normal ver a una chica que se sonrojara fácilmente.

Entre sumas y restasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora