Capítulo 3: Dulce compañía

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Me sorprende que ya haya pasado dos meses desde que empecé mi trabajo como maestro. Me siento feliz de haber creado una conexión con mi grupo, por lo menos ahora sé cómo tratar con todos y cada uno de ellos. Sin embargo... me siento mal por Alexandra. Ella es una buena niña, pero su extremo silencio me hace pensar que algo anda mal.

Me gusta charlar con ella después de clases. Ella es súper dulce y linda, sabe demasiado de la teoría de cuerdas... Bueno, no es muy atractivo hablar de temas de astrofísica, pero me di cuenta por lo menos de que es muy educada y sonríe ante las bromas o chistes inteligentes. Los únicos que recuerdo que hacían eso eran los chicos del club de matemáticas.

Me duele al mismo tiempo darme cuenta de que sí me gusta, estoy fuertemente atraído hacia ella. Y no carnalmente, sino por su manera de ser tan dulce. Ella es todo lo que he buscado por tanto tiempo, me siento bendecido por haberla conocido, pero... ¿por qué demonios tenía que ser tan menor? ¿Por qué no pude haberla conocido en mis tiempos?, ¿por qué tenía que aparecer alguien así en mi vida cuando ya soy un adulto y ella mi alumna?

Creo que una mejor pregunta sería, ¿por qué siempre que me atormento vengo a la biblioteca a esconderme? Es tan frustrante el no tener ni siquiera a quién contarle... Bueno, miento en ese aspecto, ya le conté a mi mejor amigo.

Concuerda conmigo: iré a prisión.

Bueno, lo dice por mi bien. El hecho de que me sienta atraído hacia alguien ocho años menor es motivo suficiente para alarmarse. En el fondo me comprende y me apoya, pero tampoco quiere que me convierta en un demente.

Estoy algo decepcionado de mí mismo, el haber llegado tan bajo al enamorarme de una niña.

Bueno, no es como si fuera tan malo. Digo, mientras no haga nada esto no tiene por qué convertirse en un delito.

Mi teléfono suena. Me levanto de la alfombra y salgo de la biblioteca. Como no alcanzo a responder intento devolver la llamada. Me responden casi al instante.

—#Hola amigo—dijo la persona al otro lado de la línea.

—Hola, Dan, ¿qué tal?—respondió con una sonrisa al identificar la voz de su mejor amigo.

#Nada, sólo quería invitarte un café. Tengo libre esta tarde, ¿qué dices?—el castaño soltó un suspiro.

—No lo sé, tengo que corregir unas tareas...

#Ponles cien a todos y listo—Alexis se permitió reír un poco—. Anda, yo te ayudo.

—Está bien, ¿dónde nos ?

***

—Eso sí está raro—mencionó el pelinegro dejando las hojas ya revisadas a un lado y bebiendo un poco de su café—. O sea, que te diga que no le molesta que sus padres no vayan a la junta es una cosa, ¿pero mandar citarlos y que no se presenten después de haber firmado el papel?

—Ya sé...—guardó las tareas de matemáticas en su maletín y soltó aire—. Dudo mucho que falsificara la firma, porque llamamos a su casa y no contestaban... En verdad no muestran interés.

—Es una pena, pero no puedes obligarla a sentirse mal... De hecho es preferible que siga así—mordió el emparedado que estaba a un lado—. La depresión adolescente es una bomba de tiempo.

—Recuerdo esa conferencia... Bomba de tiempo que resulta en una explosión en drogas o conductas suicidas...—se tocó el cabello con frustración—. ¿Debería hacer algo al respecto?—preguntó tranquilamente, él negó con la cabeza.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2019 ⏰

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